miércoles, 18 de marzo de 2020

Historia de mi amigo Brody


A Brody lo compramos en un criadero de Yorkshire (en aquélla época no teníamos ni idea del trabajo de los refugios y centros de acogidas de animales, sólo que existían y ya). Apenas llegamos a casa, lo primero que notamos fue que una garrapata saltó de su cuerpo y cuando lo revisamos venía minado de garrapatas (lo pusimos en cuarentena en el lavadero y tuvimos que desinfectar la casa y el coche de arriba abajo). Como no podíamos bañarlo ni darle medicamentos, le pasábamos una gasa mojada en vinagre y bicarbonato varias veces al día y le sacábamos las garrapatas con las manos. 


A los dos días de estar en casa, Brody vomita y hace caca gelatinosa y roja. Consultamos con un veterinario y nos dijo que podía ser parvovirosis. Se supone que en los criaderos le ponen la vacuna de la parvovirosis -es algo obligatorio- pero en la cartilla que nos dieron, ninguna de las “supuestas” vacunas que tenía venía certificada por un veterinario.  Lo tuvimos que llevar de urgencia a la clínica porque no paraba de hacer caca. La veterinaria nos dijo que estaba muy deshidratado y que haría lo posible por salvarlo. Nos sugirió dormirlo porque sus opciones eran mínimas, escogimos, sin embargo, darle una oportunidad. Se le diagnosticó una severa deshidratación por posible parvovirosis, estuvo más de tres días hospitalizado.

Cuando dieron de alta a Brody, lo tuvimos que mantener aislado en casa durante un tiempo (en sus primeros meses de vida el único espacio que conoció fue el que hay entre el lavadero y la cocina). Llegó desorientado, triste y dolorido. Le mandaron tratamientos para la diarrea y las garrapatas y dieta especial. Mucha paciencia tuvimos con él para que comiera y se tomara sus medicinas (a veces nos daba una hora darle unos cuantos gramos de comida y las pastillas se las tragaba al enésimo intento). Fueron tres largos meses en los que fue fortaleciéndose de a poco (a veces, como niño chico, perdía la paciencia y se quejaba porque no entendía estar tanto tiempo encerrado, aunque a medida que su caca estaba controlada, le dejábamos explorar otros rincones de la casa). 

Al cumplir los seis meses, estaba ya lo suficientemente fuerte como para salir a la calle por primera vez. Su primer paseo fue muy cómico, pero esa historia la contaré en otro momento, sólo diré que Brody no se tomó muy bien el que le pusieran un arnés. Cuando echamos la vista atrás, nos alegra haber tomado la decisión correcta y haberle dado una oportunidad de luchar por su vida, no nos importó ni el tiempo ni el dinero que gastamos, lo que importaba era su recuperación y el milagro de la vida (de su vida) se cumplió.

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