sábado, 27 de agosto de 2011

The Love Boat


¿Se acuerdan de la serie El Bote del Amor? En España se llamó Vacaciones en el Mar. Pues mi primer crucero lo hice con la misma compañía de la conocida serie, solo que con un barco nuevo construido en el 2008 y mejor acondicionado (8 piscinas, 6 jacuzzis, 9 restaurantes, un amplio teatro con capacidad para mil personas, 4 bares de copas, dos discotecas, tiendas libres de impuesto o como se dice duty free, galería de arte, una gigantesca pantalla de cine en una de las cubiertas, gimnasio, spa, charlas de salud, demostraciones de baile, cocina, pintura, un casino, en fin todo un centro comercial y hotel de 5 estrellas flotando en el mar). No tenía ni idea que eso de viajar en un crucero fuera tan chic y, al mismo tiempo, muy divertido. No paré en los 12 días que estuve encerrado en esa barcaza de metal de más de 8 toneladas de peso. Al verlo, te parece increíble que semejante barco pueda mantenerse flotando en el agua y, lo mejor de todo, no sientes para nada el movimiento ondulante que la mayoría de las veces sientes cuando estás navegando (la biodramina la llevé solo de paseo). Estoy tan contento de haberlo hecho que no dudo en repetir la experiencia en un futuro cercano (¿Capitales Bálticas o el Caribe? Humm, un gran dilema). Con razón dicen que uno se engancha al hacer el primero, “cuando hagas uno, harás muchos” me decían las personas que ya han vivido esta experiencia. En el barco conocí a una pareja -americano (él)-venezolana (ella)- que estaban haciendo su décimo crucero y por doquier veía gente con una tarjetita gris plomo (la mía era azul). Cuando averigüé el por qué, resulta que eran clientes platinum de la empresa, es decir, clientes que han hecho más de 10 cruceros con la Princess. Por cierto, ese es el nombre de la compañía por si no se acordaban de la serie y su barco más nuevo, el Ruby Princess, fue donde estuve montado doce días. Es una empresa administrada por americanos. No sé por qué le tiran tanto al imperio porque cuando ves una organización tan ejemplar (éramos 3 mil pasajeros y 1.200 tripulantes y no tuve que esperar ni una sola vez para sentarme a comer o salir del barco en las excursiones o pedir mis coctelitos cuando estaba plácidamente tomando el sol en cubierta, ni siquiera para desembarcar el último día cuando todo el mundo debe abandonar el barco), te dices “con razón son los putos amos” y todo era sonrisa y amabilidad. Ya quisiera ver yo una organización tan buena en algunos sitios que no nombraré para no herir susceptibilidades ni entrar en polémicas con nadie. Esta crónica solo tiene la intención de compartir mi experiencia en el mar, por cierto, una de las mejores vacaciones que he tenido (Egipto y Budapest-Praga están ahí-ahí con este crucero). Hice el Gran Mediterráneo (al principio cuando tomé la decisión de hacerlo, no estaba muy conforme porque típico te dices pero si Italia y Grecia las tengo al lado y puedo ir cualquier fin de semana, pero era el más económico y el que mejor se adaptaba a mi bolsillo porque con esto de la recesión estamos pasándolas canutas, la única diferencia que yo, afortunadamente o no como quieran tomarlo, no tengo perrito que me ladre…bueno si tengo a mi Brody pero lo dejo en su hotel de perros y santo remedio  y puedo “darme el lujo” de echarme todo el dinero encima, una vez que haya descontado los gastos fijos que tengo que no son muchos. Ojo no quiero causar envidias a nadie porque a mí me gustaría tener cosas que otros tienen, pero he aprendido que cada quien hace su camino y debe ser feliz transitando por él). Bueno como decía, hice el Gran Mediterráneo y tocamos 10 puertos. Empezamos por Venecia (como era el puerto de partida me fui un día antes para disfrutar de esa magnífica ciudad), y luego en el siguiente orden atracamos los siguientes 12 días: Atenas, Kusadasi, Estambul, Mykonos, Nápoles, Civitavechia (Roma), Livorno, Mónaco y terminamos en Barcelona. Y mientras navegábamos de un puerto a otro, piscinita, teatro, discotecas, coctelitos, ver amaneceres o atardeceres desde la cubierta o en el balcón de mi camarote, en fin fueron 12 días de diversión, relax, descubrimientos, de sentirme el rey del mundo como decía Leonardo Di Crapio en el Titanic, y de poder decir que realmente estuve de vacaciones. Por cierto, cumplí años durante mi viaje (46 años no tengo problema en decirlo porque todos los de mi generación del colegio, la universidad y la iglesia estarán más o menos por esa edad) . Además de ponerme unos globitos en la puerta de mi camarote (lo que sí me pareció una gringada cursi pero se agradece el gesto), me obsequiaron una torta (o tarta como se dice en España) en el restaurante donde fui a cenar esa noche (pequeña la verdad, pero de chocolate como a mí me gusta) y los camareros se reunieron a mi alrededor a cantarme el cumpleaños en varios idiomas (había una mexicana, un filipino y una serbia), me dio vergüenza al principio porque soy un poco tímido para estas cosas, pero después me sentí importante porque pasajeros que no conocía se acercaron a felicitarme al ver que me cantaron el cumpleaños. Una tontería que quise agregar a la crónica, pero que formó parte de esta extraordinaria experiencia. Solo quiero dar un consejo: Si se plantean ir en un crucero, procuren no hacerlo en agosto. Es temporada alta y, aparte del gentío que te encuentras en cada sitio que visitas y las colas que te ves obligado hacer si no eres previsivo y sacas tus entradas con antelación por internet a los monumentos que te la piden, aún cuando pueda costarte un poco más (por fortuna yo si lo fui), el calor se hace insoportable y muy pero que muy agobiante y llega un momento en que lo único que deseas es regresarte al barco y no seguir viendo nada más. Afortunadamente, el paraíso siempre me esperaba atracado en cada uno de los puertos donde desembarqué.

Venecia: El sueño hecho realidad.
Hay tres ciudades que desde siempre he soñado visitar. Venecia era una de ellas (las otras dos no las digo para que se me cumpla el sueño). Y no me decepcionó, cumplí un sueño y como un niño me sentí emocionado por cada rincón que transité. Venecia es magia, esplendor, admiración. Sus casas construidas entre canales la hacen un sitio único en el mundo. No hay coches transitando por ninguna de las calles aledañas al gran canal, solo vaporettos el medio de transporte acuático que se inventaron los venecianos para poder ir de un sitio a otro (por cierto, son carísimos un viaje de ida te sale 6,50 €). Venecia presume (y tiene con qué) de ser una gran ciudad y por si no fuera suficiente el encanto de sus canales, sus casas construidas sobre las aguas y los gondoleros (carísimos también un paseo en góndola cuesta 80 € solo cuarenta minutos, si van varios pueden repartirse el golpe, sino el golpe se lo lleva un solo bolsillo). También tiene la plaza San Marcos (centro neurálgico de Venecia), con su basílica y su campanile desde donde se puede obtener una panorámica hermosa de la ciudad en lo alto de la torre. Posee más de 3 mil puentes, el más conocido el Rialto, uno de los pocos que cruzan el Gran Canal de una orilla a otra. Solo estuve día y medio y me tuve que hacer un itinerario para conocer lo principal. La Basílica de Santa María, la Iglesia de San Giacomo y el Palacio Ducal fueron los pocos sitios que vi de pasada (ni siquiera entré a verlos, solo entré en la basílica de San Marcos y me llevé una pequeña decepción por lo poco que había dentro, acostumbrado a que en Italia las iglesias en su mayoría son un museo en sí mismas, la de la plaza San Marcos mostró poco). Quise ir a la isla de Murano en donde fabrican el famoso cristal, pero resulta que hay que ir tempranito porque ya a las 4 y media está todo cerrado en la isla y no hay vaporettos que viajen, así que me quedó pendiente. No hice mucho más, por lo que lo tengo como excusa para volver. Dos cosas: Venecia es carísima así que lleven dinero para gastar (un almuerzo de dos personas me salió en 91 euros, el lugar la verdad era un poco pijo o sifrino como decimos en mi tierra, pero un gustazo hay que dárselo de vez en cuando) Y si van en un crucero como yo, no se pierdan por nada del mundo la salida de Venecia desde la cubierta del barco, ha sido uno de los paisajes más hermosos que he visto en mi vida, segura fuente de inspiración para pintores y poetas.

Atenas: La gran decepción.
Siempre tuve curiosidad por conocer Atenas. En las clases de Historia Universal del bachillerato estudiamos con el libraco negro de Yépez Castillo y él mismo fue mi profesor en la Universidad dándome la asignatura Historia de la Cultura. Hablaba maravillas de Grecia y su cultura y no tenía palabras para expresar lo hermosa que era Atenas. Lástima que ya falleció porque me hubiera gustado decirle que la historia de Grecia sigue siendo hermosa pero Atenas no. Un país que presume de ser el origen de la civilización, con sus grandes pensadores y filósofos, pioneros en las artes democráticas debería conservar mejor su historia. Atenas es una ciudad común, un poco sucia y lo único importante que tiene es su Acrópolis y su Ágora, los otros restos históricos apenas están conservados y la sensación que te dan es que has ido a ver piedras rotas esparcidas por un terreno. Si bien es cierto tuvimos unas pocas horas para hacer turismo y que la Acrópolis era un desorden de personas subiendo y bajando por sus laderas, por lo que tampoco disfruté mucho de la visita a la ciudad alta, también lo es que cuando llegué a la cumbre, donde está el Partenón, el Templo de Atenea Partenos, el Erectión y el Templo de Dionisio (por cierto los andamios que sostienen al Partenón te impiden verlo en todo su esplendor), me dije “¿esto es todo?”. Llámenme ignorante pero ni siquiera el saber que Pericles, Fidias, Aristófanes, Sófocles y Esquilo entre muchos destacados pensadores, políticos, escritores y filósofos tuvieron en la Acrópolis su centro de inspiración, me sedujo. La Acrópolis pasó por mí o yo pasé por ella sin dejarnos huella el uno al otro. Disfruté más la Musaka y la ensalada griega que me comí en la PlaKa (el barrio turístico de la ciudad, con sus tienditas de suvenires y sus cafés al aire libre) y el extraño cambio de guardia que se hace a las 11:30 am en la Plaza Syntagma donde está el Parlamento Griego. Me gustaría que alguien me explicara su significado. Por internet encontré esto “El cambio de guardia que realizan los evzones es como una especie de baile en el que participan cinco soldados: dos que salen, dos que entran y uno que los dirige. Cuando termina el cambio, otros soldados (sin las vestimentas tradicionales y sin esos andares tan llamativos que caracterizan a los otros) se encargan de arreglarles la ropa, el gorro y secarles el sudor con un paño a los evzones”. Si los soldados tenían que huir haciendo ese baile, pues no me extrañan las múltiples derrotas bélicas que ha sufrido el pueblo griego a lo largo de su historia. Si quieren ir a Grecia, un día en Atenas es suficiente, el resto dedíquenlo a ir a las islas griegas, solo visité Mykonos y me pareció espectacular.



Kusadasi: Increíble historia bíblica.
En Kusadasi, parte europea de Turquía (creo que es uno de los pocos países del globo terráqueo, si no el único, que es Europeo y Asiático a la vez), nos detuvimos unas pocas horas para visitar la casa donde se presume vivió la Virgen María sus últimos años de vida y los restos de la ciudad de Éfeso, la misma donde el apóstol Pablo predicó el Evangelio, una vez que se convirtió al cristianismo y escribió su famosa epístola a los efesios que hoy día forma parte del Nuevo Testamento. Para la gente religiosa significa mucho visitar estos lugares porque puede sentir la historia bíblica bajo sus pies. Aunque, como siempre, la religión (y no digo cual pero creo que todo el mundo puede imaginárselo) se aprovecha para sacar unos cuantos dólares o euros de más, comercializando con misas, agua bendita, estampitas, etc., etc., etc. Lo cual hace que se pierda un poco el encanto. La casa de la Virgen María era muy pequeña y la única constancia que te indica que fue la última morada de la virgen fue una visión que tuvo una monja y que el Vaticano certificó como cierta. Del resto, hay pocas aportaciones científicas para creer que eso fue así. Las escrituras dicen que Jesucristo le encargó al apóstol Juan el Amado el cuidar a su madre y éste la sacó de Jerusalén después de la crucifixión, llevándola a Éfeso. Se supo esto a través de un censo que se hizo en la época y que determinó que María se encontraba viviendo allí, pero nada más, no hay constancia del sitio exacto donde vivió salvo la visión que la iglesia católica da por verdadera. De todas formas, en la casa solo te permiten entrar y recorrer un pequeño pasillo. Fue algo así como visto y no visto. Al final puedes encender una velita y orar por los tuyos. También hay un mural donde la gente escribe sobre un papel un deseo y lo pega, esperando en su fe que se cumpla. Yo hice las dos cosas por si acaso, aunque no comulgo la misma religión de los que comercializan el lugar, si me mueve la fe y espero en ella las bendiciones de los cielos. Luego de allí nos trasladamos a las ruinas de Éfeso. No voy a contar la historia de la ciudad porque sería muy largo, sólo decirles que fue la cuna del Templo de Artemisa, una de las 7 Maravillas del Mundo Antiguo y está muy bien conservada (la ciudad no el templo que como todos saben ya no existe). Es una mezcla de cultura griega, jónica y romana (los pueblos que la conquistaron y poblaron). Lo que me llamó más la atención fue la fachada de la biblioteca de Celso, una de las más grandes de la antigüedad. Es espectacular, sostenida por cuatro columnas dobles, entre las que hay cuatro nichos albergando las imágenes de las “Cuatro Virtudes de Celso” (la sabiduría, el valor, el conocimiento y la reflexión) y flanqueada por dos grandes estatuas que dan paso a nueve escalones de mármol, la fachada de la Biblioteca no era sino un adelanto de lo que se podía ver en su interior: una gran sala de lectura situada en su planta baja cuyas grandes ventanas orientadas hacia el este favorecían el paso de la luz a primeras horas de la mañana. Solo se conserva la fachada y yo diría que casi en perfecto estado. La verdad que valió la pena hacer el recorrido para llegar a verla.

Estambul: El gran descubrimiento.
En los últimos dos años he tenido la oportunidad de viajar a países musulmanes (Egipto y Jordania) y en ambas ocasiones fui con cierto recelo por lo que significa moverse en países con una mentalidad basada en la radicalidad religiosa. Afortunadamente, ambos países están tan occidentalizados que no sientes ese radicalismo. Con Turquía me pasó lo mismo y gratamente descubrí una Estambul que me maravilló. La mayoría de las excursiones las hicimos por cuenta propia (solo la de Éfeso contratamos un tour, más que todo por el poco tiempo que tendríamos en tierra). Así que nos informamos bien sobre cómo moverse en Turquía y a lanzarse a la aventura. Es facilísimo, desde el puerto hay un tren que te lleva al centro neurálgico de Estambul: La Mezquita Azul, la Basílica de Santa Sofía, el Palacio de Topkapi y las famosas cisternas romanas. Esta zona es una mezcla de culturas árabe y romana que han dejado sus huellas en las imponentes edificaciones. No voy a explicarlas porque eso se puede buscar por internet, solo mostraré las fotos (algunas) y expresar mis deseos de volver a este hermoso país para caminar por el puente Gálata y hacer un paseo en barco por el Bósforo, ver sus atardeceres y perderme por la Capadocia. Me han dicho que esta zona se caracteriza por tener una formación geológica única en el mundo, y por su patrimonio histórico y cultural. En el año 1985, fue incluida por la Unesco en la lista del Patrimonio de la Humanidad con una zona protegida de 9.576 hectáreas. Lo que significa que una parada de crucero de unas pocas horas no te da ni para ver y disfrutar la cuarta parte de lo que significa ir a Turquía. Mención aparte debo hacer del Gran Bazar, el gran mercado turco. Si el mercado Khan El Khalili de El Cairo me pareció increíble, este me dejó boquiabierto. Es mucho más grande, mejor organizado y tienen de todo lo que tú puedas imaginarte. Te pierdes por sus extensos e inacabables pasillos. Lástima que solo estuvimos poco tiempo porque le había cogido el gusto a regatear los precios y así un amigo y yo conseguimos dos lámparas de estilo turco y un anillo de plata a buen precio (bueno eso creo y espero). También quiero destacar las famosas delicias turcas, un dulce artesanal hecho de diferentes ingredientes, los mejores los de miel y pistacho, toda una delicia al paladar. Turquía, específicamente Estambul, fue para mí el gran descubrimiento de este viaje y eso que no pude ir ni a la Mezquita Nueva que vi desde el tren, ni al Bazar de las Especias, pero de seguro volveré en un futuro que espero sea cercano.

Mykonos: Paraíso de fachadas blancas.
Como dije párrafos arriba, si se quiere ir a Grecia un día basta para Atenas pero las islas son tema aparte. Yo solo conocí una y me quedaron ganas de conocerlas todas. El barco no atraca en puerto sino lejos del muelle, por lo que tienes que montarte en unas lanchitas que te llevan a la orilla. Es pequeña pero encantadora, todas las fachadas de las casas, comercios y centros oficiales están pintados de blanco y muchas de ellas tienen los techos azules y al parecer es una norma o algo así porque Santorini, otra de las populares islas griegas (ésta no la visité, pero me lo comentaron), se rige por la misma característica cromática. Mykonos tiene poco que ver, pero mucho que disfrutar: Sus playas, restaurantes, tiendas. Puedes perderte por sus callecitas subiendo y bajando y no te cansas de admirar como vive la gente. Es un perfecto laberinto que siempre te llevará a la costa. Como atractivo turístico están sus molinos y un sector conocido como la pequeña Venecia porque las casas están construidas dentro del mar. La playa se extiende a lo largo de la isla y es común caminar salpicando el agua con los pies. Hay zonas rocosas desde donde puedes tomarte unas fotos increíbles con la bahía de fondo. Por ser un sitio tan pequeño solo estuvimos 5 horas pero se pasaron volando y me quedaron las ganas de más. Por cierto, también es una atracción turística Petros, un enorme pelícano que se ha acostumbrado a caminar entre la gente. Nosotros lo vimos y le tomamos fotos y como buen modelo se pavoneaba entre la gente, sin la menor vergüenza ni temor. Según la historia local, cuatro pelícanos dejaron su nido del mar Negro y se dirigían a pasar el invierno en Egipto cuando una tormenta los desvió de su natural camino y los obligó a hacer tierra en Mykonos. Tres de las aves murieron, pero Petros sobrevivió y fue adoptado por un pescador local. Petros vivía en el muelle y al parecer le gustaba llamar la atención, al tiempo que atraía a los visitantes de la entonces tranquila isla, pues aún no poseía la notoriedad de hoy en día. El verdadero Petros murió también y el que se ve actualmente es uno de sus descendientes al que llaman Petros II. Una curiosidad que le da más encanto a esta isla.

Nápoles: Sin su Pompeya nunca iría.
Nápoles hubiera sido mi segunda decepción si no fuera por la majestuosa Pompeya. La ciudad que se tragó literalmente la lava del Vesubio. Luego de siglos de desaparecida y de muchos años de trabajos arqueológicos, se ha encontrado una de las mejores ciudades conservadas de la historia y eso que solo tenemos acceso a una tercera parte y esa simple visita nos llevó casi 4 horas de caminata bajo el sol (es solo para dar una idea de lo grande que era). La ciudad estaba amurallada, organizada en calles cuadriculadas. Tenía el suelo empedrado, pero no tenía alcantarillas. Cuando llovía la gente podía subirse a unas piedras elevadas colocadas en cada esquina para cruzar de una acera a otra y evitar mojarse los pies. Aún se pueden ver sobre las piedras las marcas de las ruedas de los carruajes que circulaban en la época. Los ricos vivían en villas ubicadas en los alrededores de la ciudad y los pobres en pisos llamados ínsulas, mientras más pobre se era, más arriba de la ciudad se vivía (la parte más pegada a la falda del Vesubio). Además de sus bien conservadas casas, negocios, gimnasio, coliseo (según la audio guía el mejor conservado después de su homónimo romano), templos y fórum, lo que me llamó la atención es que Pompeya fue una ciudad adelantada a su época. Ya en Pompeya se publicaban anuncios clasificados ofreciendo trabajo, casa en alquiler o cualquier cosa que se pudiera necesitar. Solo lo escribían en las paredes de determinados lugares y la gente los leía y acudía a las direcciones indicadas para obtener más información. Otra cosa en la que fueron adelantados fue en la venta de comida casera. Los restaurantes de comida (en esa tercera parte que se visita habían cerca de 89) tenían hornos especiales donde colocaban las tinajas de comida para mantenerla caliente y así poder venderla. Así que los sitios de comida casera no son de nuestra época, la idea la heredamos de los pompeyanos. Finalmente, Pompeya se caracterizó por sus prostíbulos. Fue la primera ciudad que organizó la prostitución con casas de citas llamadas lupanares y la lupa o loba como es su traducción era la mujer que se dedicaba a estos menesteres. Entré a un lupanar y sus paredes estaban pintadas con dibujos eróticos, mostrando diversas posiciones. Me imagino que para estimular a los clientes, lo único malo es que las camas de piedras, además de duras eran tan pequeñas que dudo mucho que allí pudieran acostarse (a no ser que los pompeyanos fueran bajitos). Y como la higiene era fundamental, había una letrina donde las lobas y los clientes se lavaban antes del acto sexual. Estaban muy bien organizados, si tomamos en cuenta que los romanos de la antigüedad fueron promiscuos, fiesteros y excesivos. Cumplían a cabalidad con los 7 pecados capitales y eso se observa en la forma de vida que dejaron plasmada en las fechadas de sus viviendas, en el interior de los negocios, en las ideas que revolucionaron esa sociedad. Los religiosos dicen que el pueblo sufrió el castigo de Dios cuando tronó el Vesubio (por cierto, hay un autobús que te lleva a la orilla del cráter pero por falta de tiempo no hicimos esa excursión) y arrasó con esa forma de vida promiscua. Comentario aparte son los cuerpos hallados. Al principio pensé que eran los cuerpos originales, pero son moldes hechos de yeso a partir de la corteza de lava que se encontraron. Los cuerpos se desintegraron al contacto con la lava, pero la lava se solidificó y en 1860 el arqueólogo Giuseppe Fiorelli tuvo la idea de rellenar con yeso líquido las cavidades que dejaron los cadáveres en las cenizas, formando así los moldes de las personas que se pueden admirar. Luego de la visita a Pompeya fuimos a Nápoles. Sólo tengo dos cosas que decir: es una ciudad muy sucia y por todos lados te advierten que tengas cuidado con tus objetos personales porque, al parecer, hay muchos atracos. Di una pequeña vuelta y de regreso al barco. No more comment. Cuando vuelva a Nápoles (si voy de nuevo algún día) mis objetivos serán pasearme por la Costa Amalfitana o ir a la isla de Capri. Esperaré a hacer un nuevo crucero que incluya esta zona.

Roma: Bien ganada su corona de ciudad eterna.
Ciudad eterna, majestuosa, imperial, exquisita…cualquier adjetivo o forma de referirse a Roma exaltando su belleza se queda corto al pisar sus calles y admirar sus edificios y obras de arte. Es un verdadero legado cultural y un goce para la vista. Se necesitaría una semana entera para poder revisar cada rincón y aún así es posible que todavía nos falten días. Roma no solo es su majestuoso Coliseo, el mejor conservado de todos cuanto hemos legado del Imperio Romano, con su Fórum y su Palatino, tampoco es solo la “Felliniana” y mítica Fontana di Trevi, ni su Trastevere ni el Castillo San Ángelo, ni el Panteón, ni siquiera es únicamente el Vaticano, reconocido como el país más pequeño del mundo. Roma lo es todo. Sus iglesias, sus plazas, sus fuentes, sus caminos empedrados, la Vía Corso con sus tiendas, el caos del tráfico, las aceras angostas. Al igual que en Florencia, a lo largo de las calles se puede admirar una obra de arte, incluso las iglesias más insignificantes en sus fachadas guardan dentro tesoros insospechados de los grandes maestros del renacimiento, barroco o cualquier corriente cultural heredada de los italianos. Lamenté haber ido a Roma unas pocas horas y compartirlas con el gentío agobiante que me impidió disfrutar mejor la ciudad. El barco atracó en Civitavechia una ciudad portuaria a hora y media en tren de la capital italiana. Eso también hizo que tuviera menos tiempo para andar por sus calles. A Roma no hay que ir en un crucero, por eso tengo un nuevo viaje pendiente y la ciudad eterna se suma a mi lista de ciudades que desde ahora comienzo a soñar con visitar otra vez y pasar un rato agradable tomándome un exquisito capuccino o un delicioso helado de nocciola sentado frente a la Piazza Nabona o la Piazza Venecia o en las escalinatas de la Piazza España, viendo las miles esculturas que por doquier surgen para el deleite de la vista. Si han leído la novela Ángeles y Demonios de Dan Brown podrán tener una muy buena descripción de los sitios, a medida que los veía venían a mi mente retazos de la novela con las descripciones leídas.

Livorno: La toscana en todo su esplendor.
Al llegar a Livorno tienes la oportunidad de visitar o bien Florencia o bien Pisa o bien Lucca, incluso alquilar un coche e ir a Siena o bien quedarte en la propia Livorno. Cualquier pueblo de la Toscana es un deleite en sí mismo. Nosotros como ya habíamos ido a Florencia años atrás, nos decidimos por Lucca y Pisa. No sólo porque ya conocíamos la cuna del arte renacentista, sino que también quedaban mucho más cerca de Livorno (Florencia está a hora y media en tren). Lucca es una ciudad amurallada y dentro de sus murallas está todo el encanto de una ciudad medieval. Sus calles se detienen en el tiempo y te muestran el esplendor de una era oscurantista. Es imposible pensar en el desenfreno, las persecuciones de las cruzadas o el atraso artístico de una época cuando existen iglesias como la Catedral de San Martín, la Basílica de San Frediano o la Iglesia de San Michel expresando la pureza del Medioevo. No todo fue oscuridad durante la Edad Media y Lucca sobrevive para enseñarnos algo de luz y belleza. Lucca fue la ciudad-estado italiana más extensa con una constitución republicana para permanecer junto a Venecia como estados independientes durante varios siglos (o sea eran dos mini países dentro de suelo italiano). En 1805, Napoleón Bonaparte se apoderó de ella, poniendo a su hermana Elisa Bonaparte al mando como "Reina de Etruria". En 1815, se volvió ducado de Borbón-Parma, después de Toscana en 1847 y finalmente parte del Estado Italiano. También Lucca es conocida por ser la cuna del gran maestro Giacomo Puccini y, recientemente, abrieron un museo en su honor (donde se supone fue su casa). Lamentablemente no entramos por falta de tiempo. Luego de un paseo por la ciudad amurallada, tomamos el tren en dirección a Pisa. Es una pequeña, pequeñísima ciudad, cuya principal atracción son el Baptisterio, el Duomo (catedral) y, por supuesto, la torre inclinada (campanario de la catedral). Decirles que me causó un gran impacto verla, no es lo mismo ver una foto que verla en persona, además de su inclinación me llamó la atención lo blanco de la piedra con que fue construida. Se dice que en Pisa existen otras edificaciones inclinadas y esto es debido a la naturaleza pantanosa del terreno sobre el que está situada la ciudad, que en muchos casos cede y se asienta con el peso de estas edificaciones. No vimos las otras edificaciones inclinadas porque no tuvimos tiempo a más. Tomamos, eso sí, muchas fotos, incluso nos atrevimos con la típica foto que te haces intentando sostener la torre inclinada (la verdad que no tuvimos mucho éxito porque no salieron tan buenas como las que me tomé en Egipto señalando la punta de una de las pirámides). Pero bueno eso es lo que tiene hacer un crucero, muchos puertos que visitar pero poco tiempo en cada uno. La Toscana pudiera ser otra ruta por hacer en un futuro.

Mónaco: Verdadero cuento de hadas.
Al llegar a Mónaco tuve la sensación de vacío porque ya sabía que el final de mi travesía estaba cerca, solo un día más y a casita. Era como el sueño del que no quieres despertar. Menos mal que Mónaco me ayudó a continuar soñando. Siendo el segundo país más pequeño de Europa después de El Vaticano, es una verdadera ciudad de cuentos de hadas. La primera cosa que te impresiona es la limpieza de sus calles, las aceras brillaban y no había ni un solo papel o colilla tirada, es más, los cestos de basura estaban tan disimulados que no se distinguían fácilmente. Me llamó la atención que a lo largo de la ciudad hay dispensadores de bolsas plásticas para que los dueños de perros recojan la caca. Toda una pijada. Yo sería feliz allí ahorrándome las bolsitas que compro para recoger los excrementos de mi Brody. Tuve la oportunidad de visitar la Catedral donde están enterrados el príncipe Rainiero y la princesa Grace Kelly, así como la mayoría de la dinastía Grimaldi. Cuentan que François Grimaldi se anexionó la fortaleza por la fuerza. Este güelfo no poseía más que un pequeño ejército, pero utilizó la estratagema de disfrazarse de monje, y una vez dentro abrió las puertas a sus soldados. Los güelfos fueron más tarde derrotados y François expulsado de Mónaco por los genoveses en 1301. La familia Grimaldi se alió entonces con el Rey de Francia y Rainiero I Grimaldi fundó la dinastía que lleva su nombre y estuvo al servicio de la monarquía francesa durante los siglos siguientes, hasta obtener el reconocimiento de su independencia por parte de Francia en 1489. Frente al Palacio Real hay una escultura de un monje, como homenaje a la audacia de Francois de luchar y vencer a los genoveses a través de esa estratagema. Luego de visitar el Palacio y recorrer las callecitas comerciales de Mónaco, nos fuimos a Montecarlo para ver el gran casino, lamentablemente no pudimos entrar porque estaba cerrado, solo lo vimos por fuera y es espectacular. Fue mandado a construir por el príncipe Carlos III de Mónaco (el abuelo de Alberto de Mónaco) como una forma de atraer el turismo al país. En Mónaco no existen los impuestos locales y en aquella época la familia real tenía muchos problemas económicos, así que hubo que idear una manera de traer dinero al país y no se les ocurrió otra cosa que hacer un lujoso casino, donde personajes incluso de la realeza han venido a dejar su dinerito. Desde allí se ve el edificio que hace frontera con Francia, solo cruzas la calle y ya estás oficialmente en el país galo. Montecarlo acoge también una parte del Circuito de Mónaco, en el que tiene lugar el Gran Premio de Mónaco de Fórmula Uno, generalmente suele ser después de semana santa, y una de las pruebas del Mundial de Rallyes más importantes: el Rally de Montecarlo. Es curioso que en un sitio tan estrecho y pequeño, pueda surgir una pista de competición automovilística. Demás está decir que cuando se celebran, no circulan otros coches por las avenidas y el principado se paraliza por competo. La visita fue corta pero sustanciosa.

Barcelona: Última parada, vuelta a España
Al ir acercándonos al puerto de Barcelona, un nudo en la garganta tenía hecho. Ya había acabado el sueño, de vuelta a la realidad, a la rutina del día a día, lo bueno es que tengo un año por delante para pensar en mi próximo viaje…o tal vez crucero.