miércoles, 6 de febrero de 2019

Edimburgo de los fantasmas


Luego de recorrer la Royal Mile, fuimos al punto de encuentro donde vimos muchos españoles apuntados al tour. La guía era Gina, una chica de origen chileno, que nos fue llevando por distintos rincones donde se supone hubo misteriosos asesinatos y surgieron historias escabrosas de esas que ponen los pelos de punta.




Frente a la catedral estuvo ubicada hasta mediados de 1800 la antigua prisión y donde era común ejecutar a los presos que llegaban a ella (hay un corazón de granito en el suelo que señala el lugar donde efectuaban esas ejecuciones y hay una tradición que ya reseñé en el blog en la nota "Edimburgo y el Corazón de Midlothian"). 


Luego fuimos a través de muchos callejones que aquí llaman Close porque son sitios cerrados, de difícil acceso y complicada movilización por lo angostos que son, hasta que llegamos al Cementerio de Grayfriars, el más conocido de todos cuanto hay en la ciudad (ver en el blog las notas “La historia del Perro Bobby” y “Harry Potter y el Cementerio de Grayfriars”). Contó la historia real de dos amigos (Burke y Hare) que para pagar el alquiler del piso donde vivían, empezaron a profanar tumbas y desenterrar cadáveres de este cementerio para venderlos a la Facultad de Medicina como material de disección. Al ir aumentando la demanda, ambos amigos comenzaron a asesinar a personas que nadie echaría en falta, básicamente mendigos. Estas fechorías sirvieron de base para la novela El Ladrón de Cadáveres.

También contó que estudios paranormales realizados en el cementerio, lo habían señalado como el lugar más activo en este tipo de fenómenos de todo Edimburgo. Contó que muchas personas después de haber estado en el cementerio (específicamente en el nicho del abogado Bloody Mackenzie), salían con moratones y rasguños en sus cuerpos. Se dice que es porque Mackenzie fue un leguleyo de muy mala leche que condenó a muerte a cientos de personas por motivos religiosos y estas almas en pena son las que causan estas lesiones. 


Explicó el origen de la frase “Salvado por la campana”, al referirse a que en una ocasión, un hombre con catalepsia fue enterrado al creerse que había fallecido. Como el hombre sabía de su enfermedad, pidió que el día que lo enterraran, lo hicieran con una campana a su lado. El día que este hombre despertó, encerrado en un ataúd varios metros bajo tierra, empezó a tocar como loco la campana y estuvo así varias horas hasta que sus fuerzas comenzaron a desfallecer y sentir que se le iba la vida, estuvo a punto de sucumbir cuando los guardas del cementerio abrieron el ataúd salvándolo de una muerte segura. De allí surgió el dicho “Salvado por la campana”. Pero claro, si buscas en Internet encuentras varias historias parecidas ocurridas en distintos lugares, adjudicándose la autoría de la frase y al final no sabes tú a quien creer.

El final del recorrido lo terminamos en una de las cuevas subterráneas que hay en la ciudad y en donde se cuentan muchas historias de personas que vivieron aisladas encerradas en esas cuevas, sufriendo toda clase de torturas por los que se hacían con el mando del grupo, convirtiéndose en verdugos. Al parecer los escoceses de la Edad Media tenían muy malos sentimientos porque se cuentan barbaridades de lo que hacían. Finalizado el tour pasamos por un supermercado a comprar algo para la cena y al hotel a refugiarnos porque la temperatura había bajado a 2 grados y hacía un frío que pelaba.

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