domingo, 28 de marzo de 2010

No hay tres sin dos

Salió del baño algo confusa. Su estómago seguía revuelto y el alcohol que había ingerido le producía un terrible malestar. Se prometió a sí misma no beber más la próxima vez. Su aspecto no debía ser realmente bueno, se iba tambaleando y más de una vez tuvo que apoyarse en la pared para no perder el equilibrio. Estaba tan concentrada en mantener una mínima estabilidad que ni siquiera se dio cuenta de que se había acercado hasta ella un hombre.
-¿Te encuentras bien? –preguntó preocupado.
-Sí, bien. Creo que ha sido la cena, me ha sentado fatal. Tengo algo revuelto el estómago.
-Estás bastante pálida, será mejor que te sientes si no quieres desmayarte...mira, aquí tienes un asiento.- señaló un pequeño taburete que adornaba en solitario la entrada del local.
Mientras se sentaba se detuvo a mirarlo con calma. Era joven, quizás incluso de su edad, tenía el pelo corto y ligeramente ondulado, llevaba perilla y tenía unos maravillosos ojos azules. Acababa de salir del infierno y se encontraba ahora en el paraíso. Lo cierto es que su aspecto le era familiar, lejanamente familiar.
-¿Estás mejor?
-Sí gracias. –respondió mostrándole su mejor sonrisa.
-Tú yo nos conocemos. Mi nombre es David. Tú eres Conchi ¿verdad? Estuve un tiempo saliendo con una amiga tuya, Virginia.
-David… ¡Claro, es verdad! Apenas te había reconocido. Han pasado unos cuantos años. ¿Qué tal te va? Perdí el contacto con Virginia hace mucho, ¿sabes algo de ella?
-No, que va, cortamos cuando me fui a Estados Unidos y terminé mi carrera de ginecología. Oye, tengo que marcharme, pero no dudes en llamarme si te sigues encontrando mal. Me alegro de verte. No has cambiado nada, estás igual de guapa.
-Yo también, y gracias.
David sacó una tarjeta de visita, se la puso en su mano y caminó por el pasillo hasta meterse por una puerta. Conchi se acordó de lo mucho que hacía que no iba a hacerse una revisión y se prometió a sí misma concertar una cita cuanto antes con él. Se levantó de la silla y caminó de nuevo hacia su destino. Al torcer la esquina y llegar al parking, todo había cambiado. Las amigas de su hermana reían alegremente y Juan Carlos y Andrés, con las caras algo más amoratadas que antes, hablaban tranquilamente entre ellos, sorprendiéndose aún más al ver que Juan Carlos había puesto su brazo encima del hombro de su vecino en una postura de camaradería que jamás hubiera creído que vería entre ambos. Incluso, Juan Carlos había tenido el detalle de dejarle su americana a Andrés para que se protegiera del frío. Cuando llegó hasta ellos, no quiso siquiera preguntarles lo que había pasado para que de repente todos sus odios se hubieran convertido en amistad. ¿Acaso habían decidido que tres eran mejor que dos y se iban a convertir en los protagonistas de un remake de "Una mujer para dos"? ¿Los puñetazos les habían dejado tan confundidos que ya no sabían lo que hacían? ¿Se habían dado cuenta realmente que era una estupidez luchar por ella y que al fin y al cabo, un amigo es para siempre? Se puso junto a ellos y les miró interrogante. Fue Juan Carlos el que tomó la palabra.
-Conchi, es hora de que te decidas por uno de los dos.-afirmó con rotundidad.
Miró a Juan Carlos y a punto estuvo de decirle que era él el que elegiría, pero no quiso siquiera mover los labios.
-Juan Carlos tiene razón.-dijo Andrés mirándole mientras Juan Carlos hacía un movimiento afirmativo de cabeza
Miró a Andrés y le preguntó si sería capaz de tener una relación normal con él. Pensándolo fríamente, lo que había entre ellos estaba relacionado fundamentalmente con el sexo, muy buen sexo, eso sí, pero nada que le hiciera pensar que en un futuro podría haber una relación normal de pareja entre ambos. El hecho de no poder tener hijos había inclinado la balanza en su contra. Su reloj biológico sonaba cada vez con más fuerza. Se apartó por un segundo de ambos pretendientes para intentar tomar una decisión. La duda la consumía, pero su cerebro mandaba señales en una sola dirección. Cuando volvió con ellos para darles su veredicto, los vio nuevamente peleando, esta vez con mayor vehemencia que la vez anterior. Decidió dar media vuelta y dejarlos en su pelea, al meter la mano en el bolsillo de su chaqueta se topó con la tarjeta que minutos antes le había dado David. Se quedó pensativa y se dijo a sí misma ¿por qué no? Se marchó dejando a los dos hombres peleándose por ella, ya decidiría con quien quedarse o tal vez no se quedaría con ninguno. David la había salvado de momento.

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