La también conocida como Piedra de Scone tiene un valor
simbólico simplemente, ya que formaba parte del ritual de coronación de los
reyes, pero en realidad no es más que una piedra. En el año 1296, el rey inglés
Eduardo I la utilizó en su ritual de coronación, hecho que fue visto por los
escoceses como una afrenta ya que ese derecho pertenecía solo a los reyes
escoceses. Las vicisitudes de la piedra no acabaron aquí, ya que 700 años
después, en la navidad de 1950 cuatro estudiantes escoceses tuvieron la genial
idea de robarla de la abadía de Westminster
en Londres.
Mientras huían la piedra se cayó y se partió en dos trozos.
El conflicto diplomático estaba servido, el gobierno del Reino Unido exigió su
devolución, y los estudiantes la entregaron en la abadía de Arbroath, quienes
intercedieron para devolverla a Westminster. En 1996 el gobierno inglés decidió
devolver la Piedra de Scone a Escocia y desde entonces permanece en el castillo
de Edimburgo, con la condición de que cuando se produzca la sucesión a un nuevo
monarca, vuelva temporalmente a Westminster para el acto de coronación.
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