Luego de recorrer la Royal Mile, fuimos al punto de encuentro
donde vimos muchos españoles apuntados al tour. La guía era Gina, una chica de
origen chileno, que nos fue llevando por distintos rincones donde se supone
hubo misteriosos asesinatos y surgieron historias escabrosas de esas que ponen
los pelos de punta.
Frente a la catedral estuvo ubicada hasta mediados de 1800 la
antigua prisión y donde era común ejecutar a los presos que llegaban a ella
(hay un corazón de granito en el suelo que señala el lugar donde efectuaban
esas ejecuciones y hay una tradición que ya reseñé en el blog en la nota "Edimburgo
y el Corazón de Midlothian").
Luego fuimos a través de muchos callejones que
aquí llaman Close porque son sitios cerrados, de difícil acceso y complicada
movilización por lo angostos que son, hasta que llegamos al Cementerio de
Grayfriars, el más conocido de todos cuanto hay en la ciudad (ver en el blog
las notas “La historia del Perro Bobby” y “Harry Potter y el Cementerio de
Grayfriars”). Contó la historia real de dos amigos (Burke y Hare) que para
pagar el alquiler del piso donde vivían, empezaron a profanar tumbas y
desenterrar cadáveres de este cementerio para venderlos a la Facultad de
Medicina como material de disección. Al ir aumentando la demanda, ambos amigos comenzaron
a asesinar a personas que nadie echaría en falta, básicamente mendigos. Estas
fechorías sirvieron de base para la novela El Ladrón de Cadáveres.
También contó que estudios paranormales realizados en el
cementerio, lo habían señalado como el lugar más activo en este tipo de
fenómenos de todo Edimburgo. Contó que muchas personas después de haber estado
en el cementerio (específicamente en el nicho del abogado Bloody Mackenzie), salían
con moratones y rasguños en sus cuerpos. Se dice que es porque Mackenzie fue un
leguleyo de muy mala leche que condenó a muerte a cientos de personas por
motivos religiosos y estas almas en pena son las que causan estas lesiones.
Explicó
el origen de la frase “Salvado por la campana”, al referirse a que en una
ocasión, un hombre con catalepsia fue enterrado al creerse que había fallecido.
Como el hombre sabía de su enfermedad, pidió que el día que lo enterraran, lo
hicieran con una campana a su lado. El día que este hombre despertó, encerrado
en un ataúd varios metros bajo tierra, empezó a tocar como loco la campana y
estuvo así varias horas hasta que sus fuerzas comenzaron a desfallecer y sentir
que se le iba la vida, estuvo a punto de sucumbir cuando los guardas del
cementerio abrieron el ataúd salvándolo de una muerte segura. De allí surgió el
dicho “Salvado por la campana”. Pero claro, si buscas en Internet encuentras
varias historias parecidas ocurridas en distintos lugares, adjudicándose la
autoría de la frase y al final no sabes tú a quien creer.
El final del recorrido lo terminamos en una de las cuevas subterráneas
que hay en la ciudad y en donde se cuentan muchas historias de personas que
vivieron aisladas encerradas en esas cuevas, sufriendo toda clase de torturas por
los que se hacían con el mando del grupo, convirtiéndose en verdugos. Al
parecer los escoceses de la Edad Media tenían muy malos sentimientos porque se
cuentan barbaridades de lo que hacían. Finalizado el tour pasamos por un
supermercado a comprar algo para la cena y al hotel a refugiarnos porque la
temperatura había bajado a 2 grados y hacía un frío que pelaba.
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