Teníamos pensado ir primero a Calton Hill y luego al Palacio
de Holyrood House, pero leímos que el palacio cerraba temprano los domingos, así que
cambiamos de planes. Iríamos al Palacio primero y luego subiríamos a Calton
Hill. Como tendríamos que hacer una larga caminata, decidimos tomar el autobús
hasta el Palacio…craso error, no porque hubiéramos tomado el bus equivocado,
sino que como ninguno pasa por el frente del Palacio, nos quedamos en la parada
más cercana (según vimos por Google Map a 9 minutos del Palacio) y en lugar de
ir en dirección al Palacio, caminamos hacia el lado contrario, cuando nos dimos
cuenta de nuestro error, tuvimos que desandar lo andando, para luego volver a
equivocarnos en una bifurcación y tomar el camino que no era, alejándonos otra
vez de nuestro destino. Total, que la intención inicial de ahorrarnos caminata
se quedó en nada. Aún así llegamos al Palacio, una estructura señorial que ha
servido de hogar a varias generaciones de reyes escoceses (entre ellos María Estuardo).
donde hay una fuente inspirada
en la fuente del palacio de Linlithgow. Al adentrarte al interior del edificio,
te encuentras con una sucesión de fastuosas salas y salones de paredes
revestidas de retratos y tapices hasta el techo. La sensación de esplendor y
prosperidad no deja de incrementarse a medida que te acercas a las estancias
reales, en el piso superior del palacio. La más grande de las estancias es la
Great Gallery, una galería decorada con los retratos de 89 de los 110 reyes que
ha tenido Escocia. Hoy en día, la realeza británica sigue utilizándola para
organizar banquetes y celebraciones. El audio guía te reta a descubrir un
secreto de este salón y no es más que una puerta escondida detrás de uno de los
retratos y que está pensada por si necesitan evacuar a la realeza de forma
inmediata.
La residente más célebre del palacio fue, sin duda, la reina
María Estuardo, quien vivió en la torre noroeste desde 1561 hasta 1567. Y fue
allí (en una buhardilla ubicada encima de la habitación) donde también tuvo lugar uno de los episodios más tumultuosos de su vida
que comento en la nota “Intrigas de la realeza escocesa”. Al salir del Palacio
hay un agradable paseo por los jardines, más de cuatro hectáreas con
plantaciones de árboles y flores de todo tipo (por ser época invernal, flores
vimos pocas) y desde la parte trasera hay una impresionante vista del peñón que
está al final de Calton Hill, desde donde dicen se toman unas estupendas
fotografías.
Lamentablemente, cuando salimos del Palacio, cometimos el error de
comprar entradas para la Queen´s Gallery, una pinacoteca inaugurada por la
Reina de Inglaterra en 2002 con una exposición itinerante de la Royal
Collection (la galería original se encuentra en el Palacio de Buckingham en
Londres). Digo lamentable porque no nos pareció gran cosa y el precio de la
entrada muy elevado para lo que ofrece, debido a que entramos allí, perdimos
tiempo para ir hasta Calton Hill porque ya eran pasadas las 13 horas, hacía
mucho frío y estábamos a una distancia considerable a pie, por lo que
cualquiera de las opciones que escogiéramos para llegar al comienzo de la
subida de la llamada pequeña Atenas, nos retrasaría de tal manera que posiblemente
lo hubiésemos subido ya de noche y no nos pareció que merecía la pena hacer un
esfuerzo para no disfrutarlo, al fin y al cabo el motivo de nuestro viaje era
para relajarnos.
Así que decidimos acercarnos hasta la Royal Mile que estaba
mucho más cerca y allí nos acoplamos a un tour de Harry Potter que nos pareció
divertido y del que he publicado ya algunas notas en este blog (ver Harry
Potter y el Cementerio de Grayfriars y Victoria St o el Callejón Diagon). La cafetería de la foto pagó un dineral para promocionarse como el lugar donde la escritora J. K. Rowling empezó a escribir el boceto de su saga de Harry Potter (si quieres entrar para tomar fotos de la mesa donde siempre se sentaba. sin consumir nada, te cobran una libra la entrada), pero en realidad fue el lugar donde la terminó de escribir. Sus comienzos fueron en una cafetería, propiedad de su cuñado, que estaba justo en la esquina de su casa. Esa cafetería hoy día no existe.
Vista de la Royal Mile |
Finalizando el tour, nos metimos en una taberna a comer y
allí dejamos pasar el tiempo, total ya estaba oscuro, estábamos cansados y
hacía mucho frío y como al día siguiente tocaba regresar a España, decidimos
caminar por la Royal Mile, metiéndonos por los callejones que más nos llamara
la atención (en uno de ellos descubrí que hay un museo del escritor, pero ya
estaba cerrado) y a entrar en las tiendas de recuerdos a curiosear (de ese
“curioseo” me compré un llavero con forma de falda escocesa). Definitivamente
Edimburgo es una ciudad que encanta y ojalá pudiera repetir para conocer
aquellas cosas que en tan poco tiempo no pude y, de paso, hacer excursiones
hacia Glasgow, el Lago Ness y las Tierras Altas que, de seguro, deben
impresionar aún más.
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