Las primeras luces del alba lo sorprendieron sentado bajo una
palmera de la playa. Había ido allí a contemplar el amanecer, siempre escuchó
decir que los mejores amaneceres son los que se ven desde la orilla del mar y
aunque siempre lo tuvo cerca, nunca lo había visto. El cielo fue variando de un
tono oscuro a uno rosado que poco a poco fue aclarando para dar paso a un azul
intenso. El sol fue asomándose desde el horizonte hasta quedar oculto entre las
nubes que decoraban el firmamento. El
viento gélido de la noche se había convertido en una tenue y agradable brisa cálida
que lo adormecía y envolvía el ambiente llenándolo de recuerdos. A la lejanía,
vio emerger un punto negro del mar que fue acercándose poco a poco a él. Se
frotó los ojos para aclarar la vista, no daba crédito a lo que veía. Una mujer
caminaba elegantemente sobre las aguas hasta alcanzar la orilla. Las lágrimas
comenzaron a discurrir por sus mejillas al darse cuenta que esa mujer era su
madre. Intentó levantarse pero una fuerza opositora se lo impedía, se asustó
pensando que su cuerpo era una masa inerte sin vida y sin movimiento. Su madre
irradiaba una luz especial, brillante, tan brillante que lo cegaba. Se quedó
quieto unos instantes, esperando quizás que eso fuera una revelación que estaba
recibiendo. Tal vez un mensaje que su madre fallecida le traía del más allá. No
escuchó nada, sólo la imagen inmaculada de su madre que, al cabo de unos
segundos, comenzó a evaporarse.
El ladrido de un Yorkshire le hizo volver a la realidad. Sus
ojos estaban llenos de lágrimas, la dueña del perro al verlo le preguntó si podía
ayudarlo en algo. Albert negó con la cabeza, se levantó y alejó aturdido
caminando en zigzag. La mujer pensó que tal vez estaba borracho y siguió su caminata
por la arena. Cuando llegó al paseo marítimo, Albert se sentó sobre un muro,
pensando en el sueño que tuvo minutos antes, porque de eso se trataba, de un
sueño, no de una revelación como creyó al principio. A su mente vinieron
infinidades de recuerdos olvidados, su infancia, su familia, sus amigos, todo
lo que una vez tuvo y que ahora había perdido. La vida está llena de muchas
situaciones difíciles, algunas nos dejan una lección. Otras un mal .recuerdo y
otras más, una herida que creemos nunca sanará. Comprendió que se encontraba
estancado en la herida que no sana y que debía pasar página si quería terminar
sus días en paz.
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