Mucha gente conoce al pueblo de Saint-Émilion por ser el centro de la denominación de origen de los vinos Saint-Émilion Grand Cru y Saint-Émilion AOC. Sin embargo, es mucho más que viñedos, se trata de un pueblo medieval que forma parte del patrimonio mundial de la UNESCO. Está a 35 minutos en tren de Burdeos y es un lugar de calles muy empinadas y desniveles pronunciados. Durante la Edad Media, el pueblo estaba separado entre la zona alta donde vivían los burgueses, y la baja donde vivían los campesinos. Incluso había una puerta con una cadena que separaba las dos clases sociales y que aún puede verse hoy (Foto 9). Los viñedos que rodean al pueblo de Saint-Émilion pertenecen a unas 860 bodegas diferentes, cuatro de las cuales tienen el sello Premier Grand Cru Classe A, sello de máxima calidad.
Entre los sitios que se pueden visitar (aparte de hacer un tour guiado con su respectiva cata de vinos por las muchas bodegas que hay) están: la iglesia monolítica más grande de Europa que tiene 11 metros de altura; la Iglesia Medieval y su claustro construidos en el S. XII y que conservan murales originales; el viejo campanario desde donde se captan unas vistas esplendidas de toda la llanura del pueblo y las catacumbas, una cueva natural donde se enterraba a la gente privilegiada y que llegó albergar reliquias procedentes de Jerusalén. Es curiosa la cúpula excavada en la roca y que servía como salida espiritual de las almas de los difuntos hacia el Paraíso. Hoy ya no existe, pero durante la edad media había una escalera de caracol que subía por la cúpula hasta llegar al camposanto que había arriba del todo. El pueblo debe su nombre a un monje benedictino (Èmilion) que llegó a esa zona huyendo de Bretonia, al ser pillado robando pan para dárselo a los pobres. El duque de la región acabó descubriéndolo, pero en ese momento todo el pan se transformó en leña, lo que se consideró un milagro que permitió años más tarde su beatificación.
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