miércoles, 29 de enero de 2020

La Ciudad del Vino


Burdeos presume de ser la capital mundial del vino. No en balde produce más de 8 mil marcas, 65 de las cuales poseen el sello de denominación de origen; tienen 9 mil bodegas en toda la región que cultivan alrededor de 17 mil hectáreas de viñedos (en muchas se pueden concertar visitas guiadas de catas de vinos) y producen 800 millones de botellas anuales. Lo curioso de todo es que ningún vino es puro, toda la producción bordelesa se basa en mezclar diferentes tipos de uvas (al contrario de otros países que cultivan un tipo específico de cepa con la que generan su producción vinícola). 





En Burdeos, tanto para el vino tinto como para el blanco, pueden usar la mezcla de hasta cinco tipos de uvas distintas (las más usadas son: para el tinto la Cabernet Sauvignon, la Cabernet Franc, la Merlot, la Petit Verdot y la Carménére y para el blanco la Sauvignon Blanc, la Sémillon, la Muscadelle, la Ugni Blanc o la Sauvignon gris. Todas cultivadas en diferentes zonas de Burdeos). Gracias a los ríos Garona y Dordoña, que dividen a la región en varias áreas, se consiguen distintos tipos de terrenos propicios para cultivar un tipo de uva diferente (de allí la gran variedad de cepas que se producen, tienen el mapa de la ciudad dividido en colores para señalar el o los tipos de uvas que se pueden sembrar en cada una de esas áreas). 


Desde el 2016 funciona el museo La Ciudad del Vino (Le Cité du Vin) un establecimiento interactivo y de inmersión sensorial dedicado al vino como legado cultural y universal. En sus diez plantas ofrecen talleres de degustación, exposiciones temporales y permanentes, charlas, una biblioteca, una enoteca, espacios abiertos de relajación, mirador, restaurantes, etc. La entrada cuesta 20 euros y la forma vanguardista del edificio intenta recrear la imagen de una vid combinada con un vaso de vino (otros dicen que la torre representa un escanciador de esos que se ponen en el pico de la botella al servir el vino y que evita que se derrame). Su acristalada fachada permite una estructura brillante que cambia de color según el tono de luz que recibe del sol a lo largo del día.

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