El cementerio de Greyfriars es un camposanto que está lleno de historias peculiares, muchas de ellas son de esas que te infunden miedo. De hecho, hay recorridos nocturnos que te las cuentan. Pero hoy hablaré de Bobby, un perro fiel que fue enterrado en este cementerio y que tiene una historia verdadera y una leyenda falsa. La historia verdadera fue su fidelidad hacia su dueño John Gray, antiguo guarda del cementerio y del que J. K. Rowling se inspiró para su personaje Hagrid que comenté en la publicación anterior. Gray falleció en 1858 y desde su fallecimiento Bobby, un perro de raza skye terrier, no se movió del lado de la tumba de su amo nunca más (por eso el cementerio se llama Greyfriars Bobby) . Durante los 14 años siguientes, Bobby permaneció en el camposanto y los habitantes de la ciudad se encariñaron con él y en lugar de llevárselo a la perrera, le permitieron quedarse y todos los días los vecinos se turnaban para llevarle comida y agua. En 1872 Bobby falleció y el Ayuntamiento decidió enterrarlo cerca de la tumba de su dueño, justo frente a la entrada principal del cementerio. Hay una leyenda que dice que si le frotas la nariz a la estatua de bronce de Bobby que está antes de entrar a la necrópolis, te dará buena suerte. Pues bien, es una leyenda falsa pues no existe ningún registro que avala que los antiguos habitantes lo hayan hecho y se dice que simplemente fue un invento de un tour operador para atraer turistas al cementerio.
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