A Brody lo compramos en un criadero de Yorkshire (en aquélla época no
teníamos ni idea del trabajo de los refugios y centros de acogidas de animales,
sólo que existían y ya). Apenas llegamos a casa, lo primero que notamos fue que
una garrapata saltó de su cuerpo y cuando lo revisamos venía minado de
garrapatas (lo pusimos en cuarentena en el lavadero y tuvimos que desinfectar
la casa y el coche de arriba abajo). Como no podíamos bañarlo ni darle
medicamentos, le pasábamos una gasa mojada en vinagre y bicarbonato varias
veces al día y le sacábamos las garrapatas con las manos.
A los dos días de
estar en casa, Brody vomita y hace caca gelatinosa y roja. Consultamos con un
veterinario y nos dijo que podía ser parvovirosis. Se supone que en los
criaderos le ponen la vacuna de la parvovirosis -es algo obligatorio- pero en
la cartilla que nos dieron, ninguna de las “supuestas” vacunas que tenía venía
certificada por un veterinario. Lo
tuvimos que llevar de urgencia a la clínica porque no paraba de hacer caca. La
veterinaria nos dijo que estaba muy deshidratado y que haría lo posible por
salvarlo. Nos sugirió dormirlo porque sus opciones eran mínimas, escogimos, sin
embargo, darle una oportunidad. Se le diagnosticó una severa deshidratación por
posible parvovirosis, estuvo más de tres días hospitalizado.
Al cumplir los seis
meses, estaba ya lo suficientemente fuerte como para salir a la calle por
primera vez. Su primer paseo fue muy cómico, pero esa historia la contaré en
otro momento, sólo diré que Brody no se tomó muy bien el que le pusieran un
arnés. Cuando echamos la vista atrás, nos alegra haber tomado la decisión
correcta y haberle dado una oportunidad de luchar por su vida, no nos importó
ni el tiempo ni el dinero que gastamos, lo que importaba era su recuperación y
el milagro de la vida (de su vida) se cumplió.
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