Durante más de cuatro siglos, Málaga contó con un convento mercedario, del
que ya sólo queda el recuerdo y viejas fotografías. La historia de su fundación
se remonta al año 1492, cuando la Orden de la Merced logró que les cediesen la
ermita de San Roque. Sin embargo, el lugar no era todo lo seguro por el peligro
que suponía el desembarco de moros en la costa. Esto obligó a pedir un terreno
de mayor seguridad dentro de la ciudad y protegido por las murallas. “Así pues
les concedieron unos acres en el arrabal, casi frente a la llamada Puerta de
Granada, dentro del muro que corría desde el arco de Santa Ana y subía por la
torre de la Goleta”, según cuentan los cronistas. En 1507, comenzaron las obras
de edificación del convento, erigiendo también varias capillas a los
alrededores (se llegaron a construir más de diez templos católicos). A finales
del siglo XVIII, la nave de unos de esos templos se desplomó, por lo que se
acordó la edificación de uno nuevo en 1773, finalizando las obras en 1792. La
imagen de Ntra. Sra. de las Mercedes fue colocada en el altar mayor. El templo
tenía una sola nave, con una capilla mayor, cinco menores, dos laterales y varios
altares a su entrada, estructura que subsistió hasta el pasado siglo XX. La
Iglesia de la Merced fue uno de los templos malagueños más significativos que
quedó en el olvido de la ignorancia de unos intereses económicos que la
abandonó hasta su destrucción. En su lugar, hoy día hay una plaza rodeada de
edificios (en uno de ellos nació y vivió Picasso) bares y restaurantes,
conservando el nombre de la Merced en recuerdo a la capilla mercedaria erigida
en ese lugar y uno de los últimos bastiones del convento que quedó en pie.
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