Aprovechando que el verano
entra ya en sus últimas semanas, se pueden visitar algunos pueblos del interior
como la Villa de Algarrobo. Esta localidad es un municipio malagueño
perteneciente a Torrox. Fue durante varios siglos villa musulmana, de allí el
trazado morisco que tiene la mayor parte de los edificios antiguos. Está ubicado
entre colinas, pero con playa y vistas al Mediterráneo. Su origen se remonta a
los fenicios del S. VII A.C. y sobre su suelo han vivido generaciones de
diversos pueblos. En 1487 pasó a formar parte de las tierras conquistadas por
los reyes católicos. Sus monumentos principales son: la Iglesia de Santa Ana,
las Ermitas de la Virgen de las Angustias y de San Sebastián, el Morro de la
Mezquitilla, dos torres vigías (una de las cuales comenté hace algún tiempo en
una publicación dedicada a estos restos árabes, teniendo una de ellas como
característica principal ser una torre ladeada) y la joya de la corona de esta
localidad: la Necrópolis de Trayamar. Esta localidad bien merece la pena
visitar.
NECRÓPOLIS DE TRAYAMAR
Uno de los lugares
funerarios con que contaban los poblados coloniales fenicios ubicados en las
desembocaduras de los ríos Vélez y Algarrobo era Trayamar, una de las necrópolis
más importantes del Mediterráneo occidental. Este cementerio, construido siguiendo
patrones arquitectónicos orientales, sirvió para alojar los restos incinerados
de los miembros de la élite local, posiblemente adinerados comerciantes del
vecino poblamiento de Morro de Mezquitilla. La Necrópolis de Trayamar, ubicada en
la etapa 3 de la Gran Senda de Málaga (de la que hablé hace ya algún tiempo),
es el complejo de tumbas paleopúnicas que data del siglo VII antes de Cristo.
Son un conjunto de tumbas en cámaras subterráneas levantadas con sillares de
magnífica traza. Allí también se encontró en muy buen estado el Medallón de
Trayamar, un colgante de oro con forma de disco macizo procedente de Egipto y
que se exhibe en el Museo de Málaga.
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