Penúltimo amanecer del 2019, si me tocara hacer un balance de cómo ha sido éste año para mi, creo que sería positivo aunque también tuve muchísimos momentos negativos, pero de eso se trata la vida, de una lucha constante entre lo bueno y lo malo, lo conveniente y lo no conveniente, de buscar oportunidades y no encontrarlas, de tener éxito y muchos fracasos. El éxito suele ser temporal, pocas veces viene acompañado de otros éxitos y casi siempre te exige que sigas luchando para lograr el siguiente. A diferencia del fracaso que siempre viene acompañado de otros fracasos que se generan por añadidura y están presentes en cada momento que vives como recordatorio de lo que no lograste. Tenemos la mala costumbre de fijarnos más en lo malo que en lo bueno, de minimizar los logros y acordarnos (o que haya alguien que siempre nos lo recuerde) de lo que no hicimos o hicimos mal. Pero como en todo inicio de año, hay propósitos que se establecen pensando que tal vez ahora si los lograremos. La vida hay que vivirla en tiempo presente y estoy en una etapa en que no pido lograr mis metas, sólo pido salud para disfrutar cada día de los próximos 365 días del 2020, un día a la vez. De los sueños, continuaré intentándolos y si los logro celebrarlos como si no existiera un mañana, ya vendrá el día siguiente para establecerme nuevos sueños y nuevas metas. Y si no los alcanzo, agradecer que al menos haya luchado por ellos. De todo podemos sacar un aprendizaje, convertir en algo positivo un fracaso puede que nos cueste, pero no por eso debemos dejar de intentarlo. Con esta reflexión no pretendo dar ninguna lección, lo plasmo como un soliloquio, pero si en algo ayuda me daré por satisfecho.
F e l i z 2020