El
edificio fue construido específicamente para este museo en estilo románico con
dos alas (una a cada lado del edificio central). Las baldosas y los ladrillos
muestran esculturas en relieves de lo que se exhibe dentro del museo.
La
zona azul ocupa la galería central de la edificación y un inmenso Diplodocus
colgado del techo da la bienvenida a los visitantes. Aquí me impresionó el
Mastodonte encontrado en Chile. Aunque hay muchas reproducciones, la mayoría
son fósiles originales hallados en los últimos siglos.
El
Centro Darwin alberga colecciones de organismos preservados en formol que
causan una gran impresión. La zona roja (donde están los fenómenos terrestres y
del universo), me llamó la atención la tierra, a la cual se accede a su
interior subiendo por unas escaleras mecánicas. Da la impresión de estar
haciendo un viaje al centro de la tierra, al más puro estilo de Julio Verne tal
como lo cuenta en su novela.
Algo
que extrañé fue que la vez anterior que fui (a finales de noviembre) había una
pista de patinaje sobre hielo en uno de los jardines del museo, esta vez no la había
y me pareció raro tomando en cuenta que aún estamos en invierno y justo tres
días antes de mi llegada nevó copiosamente en Londres.
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