En la Málaga de nuestros
abuelos era tradición en el Día de Todos los Santos oír tres misas seguidas
(una dedicada a las almas del purgatorio y las otras dos a familiares y
conocidos), visitar a los difuntos en el cementerio y preparar borrachuelos y
huesos de santos. La primera ya casi ni se hace y las otras dos siguen luchando
por mantenerse.
Era típico también hacer una representación de Don Juan Tenorio
del dramaturgo José Zorrilla, no sólo en el teatro de la localidad, sino también
en auditorios o salones parroquiales como el de la Iglesia de San Patricio en
la barriada de Huelin, debido a que la obra tiene lugar en el Día de Todos los
Santos y su argumento está ligado con la muerte.
En relación a los dulces, es difícil
establecer los orígenes de dulces tan asentados en la sociedad malagueña y
andaluza (y española en general) como los borrachuelos y los huesos de santo,
típicos de las confiterías en torno al Día de Todos los Santos. Se sabe, no
obstante, que sus antecedentes están en la cultura sefardí y morisca, aunque la
generalización de estos productos se encuentra con la cristianización, que los
acogió como propios (de hecho los valencianos y castellanos leoneses los
reclaman como suyos), utilizando su simbología para homenajear a familiares ya fallecidos.
Los borrachuelos son dulces de los denominados «frutas de sartén» muy parecidos
a los pestiños, pero rellenos de cabello de ángel y los huesos de santo es un
postre elaborado de mazapán, normalmente blanco (aunque en algunos lugares lo
tintan de colores) y forma alargada y cilíndrica, rellenos de dulce de yema de
huevo.
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