A Brody lo compramos en un criadero de Yorkshire, cuando apenas tenía
tres meses de nacido y estaba recién destetado. Sus primeros meses de vida
fueron difíciles porque estuvo enfermo. Se suponía que en el criadero debieron
haberle puesto la vacuna de la parvovirosis (de hecho nos dijeron que si lo
hicieron, pero en la supuesta “cartilla” que nos entregó el criador, ninguna de
las vacunas venían certificadas por un veterinario, lo que nos llevó a dudar de
si realmente lo vacunaron o no). Apenas llegamos a casa, lo primero que notamos
fue que una garrapata saltó de su pequeño cuerpo, cuando lo revisamos vimos que
no tenía una, ni dos, ni diez en un primer momento conté hasta 20, por supuesto
tuvimos que aislarlo y limpiar con amoníaco la casa y el coche por si alguna
otra había saltado sin darnos cuenta. En menos de un minuto le saqué 10
garrapatas, su cuerpo estaba minado de este asqueroso ácaro. Como no podíamos
bañarlo ni darle ningún medicamento antigarrapatas por ser tan chico, le pasamos
una gasa mojada en vinagre y bicarbonato varias veces al día y le sacábamos con
las manos las garrapatas. A los dos días, vemos que Brody vomita y hace caca gelatinosa
y roja y durante ese día no paró de vomitar ni de hacer caca. Lo tuvimos que
llevar de urgencia a la clínica veterinaria pq, aunque tratamos de mantenerlo
hidratado con suero, llegó deshidratado y muy malito.
La veterinaria que lo atendió nos dijo que haría lo posible por
salvarlo, se quedó ingresado tres días. A partir de ese momento comenzó una
carrera para lograr estabilizarlo, hidratarlo y curarlo (el diagnóstico fue un
cuadro severo de deshidratación con diarrea por posible parvovirosis). Nos
plantearon la disyuntiva de “dormirlo” o darle una oportunidad a sabiendas de
que quizás era mínima, escogimos lo segundo. Cuando le dieron el alta, continuó
aislado en casa (en sus primeros meses de vida el único espacio que conoció fue
el lavadero y la cocina), con tratamiento para la diarrea y las garrapatas y
comiendo una dieta especial. Mucha paciencia tuvimos con él para que comiera y
se tomara sus medicinas, a veces nos daba una hora entera darle unos cuantos
gramos de comida. Pero poco a poco se fue recuperando y al cumplir los seis
meses estuvo fuerte y listo para dar su primer paseo en la calle (pero esa
historia la contaré en otro momento). Cuando hecho la vista atrás, nos alegra
haber tomado la decisión correcta y haberle dado una oportunidad de luchar por
su vida, ya no importa el tiempo que nos llevó recuperarlo ni el dineral que
gastamos en clínica y medicamentos, lo importante es que él forma parte de la
familia y hoy cumple 11 años que entró por primera vez a su casa.
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