Llegamos a
Hamburgo luego de esperar más de una hora para recoger nuestro equipaje. Tanto
que se habla de que en Alemania se vive fabulosamente bien, pero en temas de
atención al público no son tan fabulosos, no solo porque por primera vez en
todos mis viajes he tardado tanto esperando por mi maleta, sino que a lo largo
de los tres días que estuve allí la atención en algunos lugares dejó mucho que
desear. Y luego critican a los españoles.
Lo cierto es que los planes que teníamos para ese día se desvanecieron
con esa pérdida de tiempo. Al final, ni una explicación, mucho menos una
disculpa por la demora. Todos los pasajeros procedentes de Málaga, esperando y
desesperando por no saber lo que pasaba. Nuestro único consuelo fue ver a
pasajeros procedentes de otros países y otros vuelos en el mismo dilema.
Una
vez que apareció nuestro equipaje por la cinta rodante (ley de Murphy en mi
caso porque mi maleta fue una de las últimas en salir), tomamos un taxi y nos
dirigimos al hotel. Eran casi las 10 de la noche y aún no habíamos cenado. Así
que nos dirigimos en metro al centro (afortunadamente una entrada del metro
estaba saliendo del hotel y el centro quedaba
cuatro estaciones más adelante) para dar
unas vueltas y buscar un sitio donde comer. Lo malo de estas ciudades tan frías
es que después de ciertas horas (muy tempranas horas para los que estamos
acostumbrados a vivir en países más tropicales y con mejores climas), la
mayoría de los negocios están cerrados y los restaurantes abarrotados porque es
lo único abierto. Ni siquiera el mercadillo navideño que está frente al
Ayuntamiento estaba abierto, llegamos justo en el momento en que recogían y
apagaban las luces. Nos pusimos a caminar para ver la decoración navideña,
ubicarnos un poco en el lugar y buscar un sitio donde pudiéramos comer. Esa
noche no disfruté mucho porque entre el cansancio del viaje (tres horas y cuarto de vuelo en un asiento un
tanto incómodo y eso que no volé por Ryan Air), la espera en el aeropuerto y el
frío que se te calaba me hicieron pensar si había sido buena idea haber ido a
Hamburgo. Después de casi 40 minutos
dando vueltas y al filo de la media noche encontramos un restaurante italiano
donde nos metimos a comer pasta. Había un buen ambiente, jóvenes tomando
cervezas, grupos de amigos charlando y un calorcito que te incitaba a quedarte allí
relajado un buen rato. Nos sentamos al lado de una ventana desde donde veíamos
la calle y para nuestra sorpresa comenzó a nevar, menos mal que habíamos ido bien apertrechados por
lo que no nos preocupó ver los copos de
nieve caer. Todo parecía estar mejorando y mis pensamientos anteriores se
esfumaban poco a poco y surgía en mí el ánimo de que quizás, al día siguiente,
lo disfrutaría más. Pero la noche me tenía reservada una última sorpresa. El
menú estaba en alemán y “supuestamente” debajo de cada comida estaba en inglés.
Entre que el inglés parecía papiamento y las letras eran tan chicas y la luz
tenue del lugar no ayudaba, mi cansada
vista no leyó lo que contenía lo que pedimos, terminamos comiendo una pasta
picante. ¡Menudo día!
Al
día siguiente, luego de combatir la acidez de la pasta y dormir con incómodas
almohadas, empezamos nuestro recorrido por el casco histórico. Hamburgo es una
ciudad portuaria bañada por el río Elba donde hay una constante actividad
comercial y desde tiempos remotos ha sido la entrada de los países nórdicos al
territorio peninsular europeo. Por lo tanto, es típico ver grandes naves de
almacenamiento cuyo atractivo son sus fachadas rojas que le dan un toque de
color al lugar. Se dice que es la Venecia del norte por los innumerables
canales que tiene (lo mismo he escuchado de Ámsterdam así que no se cual de las
dos ciudades fue la primera en ser llamada así, pero si yo tengo que escoger
una, definitivamente pienso que la capital holandesa encaja mejor en ese
término). Empezamos visitando las iglesias de St Petri y St Jacoby, dos
iglesias gemelas ubicadas una al lado de la otra. La primera data del Siglo XI,
fue construida en estilo gótico y se tardó poco más de 200 años en edificarse. Ha
sido catedral tanto para la iglesia católica como para la protestante,
específicamente la religión Luterana y su puerta de bronce con el león es la
obra de arte más antigua que existe en Hamburgo. A lo largo de la historia esta
iglesia ha sido reconstruida en diferentes ocasiones debido a que se ha
incendiado, ha sido bombardeada, ha sido derribada parte de su estructura para
construir bancos y grandes almacenes a su alrededor. Total que poco queda de la
original. Su característica más resaltante es la torre construida en 1516 y la
aguja que corona la torre construida en 1878. Este estilo es característico de
todas las iglesias que vi en Hamburgo. La St Jacoby (que yo llamo la gemela de
St Petri porque su arquitectura se parece mucho, la única diferencia que la de
St Jacoby es más grande), fue construida en los Siglos XIV y XV y, al igual que
la de St Petri, queda poco de la estructura original porque fue prácticamente
destruida durante los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial. Esta es una iglesia evangélica dedicada a
Santiago y no a Jacobo como muchos erróneamente piensan debido al nombre
(supongo que Jacobi en alemán significará Santiago y no Jacobo) y lo más
relevante son sus tres altares medievales y su órgano Schnitger que está
considerado el más grande del norte de Alemania.
Luego de esa
breve parada nos acercamos a la Casa de Chile, construida en 1923 por el
arquitecto Fritz Höger. Un edificio de oficinas emblemático de la ciudad porque
posee forma de barco varado (su punta elevada se asemeja a la proa de un buque),
con un lado en S y una culminación escalonada
que parece una enorme cornisa invertida. Este edificio es patrimonio de la
humanidad. Después de tomar algunas fotos, nos fuimos en busca de la iglesia St
Michelle, la más conocida de Hamburgo. También de origen protestante y símbolo
de la ciudad. Su primera construcción data de 1647, pero según una placa la
versión actual es la tercera reconstrucción que se hizo alrededor de 1786. Tiene
un elevador donde se accede a lo alto de la torre (la segunda más alta de
Hamburgo) para ofrecernos una fabulosa vista de toda la ciudad en sus cuatro
puntos cardinales. Lo único malo fue el
frío y el viento que hacía en lo alto que no me permitió disfrutar mucho tomar
las fotos porque lo que más deseaba era entrar al calorcito del interior de la
iglesia. De todas las iglesias que visité, el interior de St Michelle fue el
que más me gustó y lo que me llamó la atención fue el árbol de Navidad al lado
del altar mayor (nunca antes había visto un árbol de Navidad dentro de una
iglesia). La entrada está coronada con la estatua de bronce del Arcángel San
Miguel en cuyo honor fue construida. Esta iglesia tiene dos atracciones
turísticas, una que cada día desde las 10 de la mañana y las 9 de la noche
suena un solo de trompeta que se escucha en los alrededores de la iglesia, la
otra atracción es que desde 1961 después del mediodía y cada quince minutos
suena una música proveniente del órgano principal (durante mi visita sonaron
villancicos), envolviendo a la iglesia en un ambiente especial.
Como estábamos cerca de la zona portuaria, intentamos
acceder al puerto en busca de los barcos que hacen el recorrido por el Elba y
sus canales, pero nos llevamos una decepción porque en invierno no se hacen
esas rutas fluviales. Así que si queríamos hacer un recorrido en barco debíamos
pensar en el lago artificial Alster, cerca del Ayuntamiento, pero como estábamos
algo retirados de ese lugar decidimos dejarlo para otro día. Continuamos
nuestro recorrido y llegamos a la Iglesia St. Nikolai. Esta iglesia era de
estilo neogótico y una de las más
grandes de Hamburgo, lamentablemente está en ruinas porque fue destruida en la
Segunda Guerra Mundial y fue una de las pocas edificaciones que no
reconstruyeron para dejarla como testimonio de lo que pasó con Hamburgo en la
Segunda Guerra Mundial. Durante un par
de años en el S. XIX fue considerado el edificio más alto del mundo.
Actualmente la única estructura que se mantiene en pie es la entrada principal,
el resto es ruinas. Esta iglesia fue una de las primeras en construirse en
Hamburgo allá por el S. XII y como la mayoría de los monumentos y edificios de
la ciudad sufrió numerosas reconstrucciones debido a los incendios y expolios
que vivió a lo largo de muchos siglos hasta terminar finalmente como la ruina
que es hoy en día, aunque de un gran atractivo turístico porque de todas las
iglesias que visité esta me pareció la más auténtica, la que me llevó realmente
a ver la historia de Hamburgo como una historia interesante y por la que pagué
un viaje. Las demás iglesias, aunque tenían cierto atractivo, no eran las
originales sino múltiples reconstrucciones hechas en este siglo, por lo que
combinaban estilos que no me cuadraban del todo, podías ver una pared de adobe
y ladrillos de la mitad para abajo, pero de la mitad para arriba hasta el techo
era cal y cemento haciendo que se perdiera el encanto. En el sótano de la iglesia
St Nikolai se habilitó un espacio donde se exhiben fotos de la construcción
original y la historia de la iglesia.
Después de este largo paseo, ya eran casi las dos de
la tarde y nos regresamos al centro a comer, había que apurar porque en tiempo
invernal empieza a oscurecer temprano. Pasamos por el Ayuntamiento de Hamburgo,
uno de los sitios más emblemáticos de la ciudad, aunque honestamente no me
gustó tanto, sólo el ambiente festivo navideño del mercadillo que tenía
enfrente le dio vida a la visita. La fachada del Ayuntamiento es de estilo neorenacentista,
pero en el interior se mezclan diferentes estilos. El vestíbulo es un espacio
abierto donde se realizan conciertos y exposiciones. En esta ocasión con motivo
de la Navidad había una exposición navideña. Se podía hacer un tour guiado al
interior del Ayuntamiento, pero por razón de tiempo no lo hicimos. La mejor
vista de la fachada es cuando hay bastante luz natural, porque de noche lo
iluminan con luces muy tenues y no se puede apreciar muy bien su belleza. Está
frente al lago Alster y las fotografías tomadas desde ese punto son muy
apreciadas por los fotógrafos ya que captan la silueta de esa parte de la
ciudad. Averiguamos los recorridos en el barco por el Alster y nos dimos cuenta
que lo podíamos hacer a pie y ahorrarnos los 15 euros de su coste, ya que con
el frío que hacía, seguramente no lo íbamos a disfrutar, mucho menos estar en
el exterior tomando fotos (lo sé por experiencia cuando fui a Lake Tahoe en
Nevada en época invernal apenas si podía estar en el interior del barco sin
tiritar del frío). Así que lo siguiente que hicimos fue visitar los diferentes
mercadillos navideños que había a lo largo de la ciudad y recorrer uno de los
centros comerciales más grandes de Alemania, el Europa Passage. Los mercadillos
parecen ser los lugares de entretenimiento de los hamburgueses. Estaban a tope,
especialmente los kioscos dedicados a las bebidas. Es típico tomar vino tinto
caliente con canela llamado Glühwein. El olor de esa bebida inundaba el
ambiente. También es típico el Franzbrötchen, unas fritangas de harina
espolvoreada con azúcar glasé o canela (en mi caso lo pedí con Nutella,
pero craso erros entre el aceite de la
fritanga y el chocolate de la Nutella me dio dolor de estómago, así que si lo
van a pedir no lo pidan con Nutella). Terminamos el día yendo al Barrio Rojo de
Hamburgo, pero más que rojo resultó algo rosa porque apenas vimos unas pocas
sex shop a lo largo de la avenida principal. No entendía su atractivo turístico
(en Ámsterdam y Berlín esas zonas eran más representativas de su nombre), hasta
que nos topamos con la famosa calle donde está prohibida la entrada de mujeres
y menores de edad, aunque no llegamos a comprender como lo controlaban porque
si bien es cierto que no es fácil de conseguir y está cerrada con murales de
hierro, no hay vigilancia (a menos que hubieran cámaras ocultas y no las vimos)
y cualquiera puede entrar si se lo propone. Esa calle está compuesta por
aparadores a ambos lados donde las mujeres se exhiben con poca ropa, muy al
estilo del barrio rojo holandés. La única diferencia que los aparadores
alumbrados con luces rojas son mujeres y los alumbrados con luces azules son
travestis, pero a la vista se veía la diferencia. Hicimos un recorrido rápido
porque nos movió más la curiosidad de lo pintoresco del lugar que otra cosa.
Viaje a Lübeck
Si comparo mi vista a Hamburgo
con la visita que hice a Lübeck, me quedó con Lübeck por sentirlo un lugar más
auténtico. Su casco histórico conserva los trazos medievales que lo han llevado
a proclamarlo Patrimonio de la Humanidad, por su originalidad, su buena
conservación y su ambiente. El viaje en tren tarda una hora y es bastante
agradable ver los campos y praderas del interior bañado con una delgada capa de
nieve. Al llegar lo primero que hicimos fue cruzar la Puerta de Holsten que da
entrada al recinto medieval. Su forma característica la han convertido en el símbolo
de la ciudad. La puerta consiste en dos torres semi-redondas, rematadas con
sendos techos cónicos. Está construida en ladrillo y es del llamado estilo
gótico báltico. Al entrar fuimos directamente al Café Niederegger para
desayunar. Este café es muy conocido y altamente turístico. Allí son famosos
los mazapanes y las tartas. Subimos a la segunda planta y nos sentamos cerca de
una ventana. El lugar estaba decorado para la ocasión con guirnaldas y luces.
Aquí nos llevamos la segunda decepción del servicio al cliente, a pesar de que
cuando llegamos éramos pocos, tardaron más de 20 minutos en traernos el desayuno
que pedimos y no se trataba de gran cosa sino de embutidos, huevos pasados por agua y tostadas.
Eso sí, la presentación fue elegante y diría que adecuada al precio que
pagamos. Una vez satisfecho el apetito nos fuimos a recorrer el casco
histórico. Empezamos por el mercadillo y el Ayuntamiento. Este edificio alza sus elegantes muros de ladrillo oscuro barnizado y
descansa sobre una galería porticada que data del año 1250. Frente al
Ayuntamiento está el tradicional mercadillo navideño, aunque normalmente hay un
mercadillo de frutas y verduras, pero debido a la temporada cambia el motivo.
Detrás del Ayuntamiento está la Iglesia de Santa María. Es la iglesia principal de
Lubeck, en su interior se pueden encontrar las campanas derrumbadas durante el
bombardeo de 1942, además de un enorme "astrolabio" que para los
amantes de las astrología es una pasada pues documenta todos los días del año
hasta 2080 con sus lunas llenas y todo. Como nota curiosa en una de las
entradas se encuentra la estatua en bronce de un diablo sentado y el cartel
expuesto dice textualmente: “Cuando se puso la primera piedra de la iglesia,
el diablo pensó que se iba a construir una taberna, así que empezó a ayudar a
los trabajadores, cuando ya se había construido bastante se dio cuenta que
aquello no tenía pinta de bar, si no de una iglesia, así que muy enfadado cogió
una piedra para destruirla. Los trabajadores hablaron con él, y le dijeron que
no se molestara, que se le construiría justo en frente de la iglesia, una taberna
en el ayuntamiento”. Bueno no sé
si había una taberna frente al Ayuntamiento, pero si varios puestos de mercado
donde vendían bebidas alcohólicas y quesos procedentes de distintos países del
área.
En Lübeck nos dedicamos a recorrer las diferentes
iglesias construidas en la ciudad, para ser un casco histórico pequeño hay como
muchas edificaciones religiosas. Luego de la visita a Santa María, visitamos la
Iglesia de St Jakobi, comúnmente conocida como la iglesia de los marineros. En
su interior hay un bote salvavidas rescatado del velero Pamir que se hundió en
1957 y, al parecer, fue una gran tragedia para los lugareños. Ese bote se
conserva como recuerdo de ese fatal día. Luego fuimos a la Iglesia de San
Pedro, pero estaba en restauración por lo que pasamos de largo, solo tomamos
fotos de su fachada. Después visitamos la catedral que curiosamente no es la
principal iglesia, pero si el edificio más antiguo en pie de la ciudad. Su
construcción data de 1173 y
originalmente era de estilo románico, pero la reconvirtieron en estilo gótico
50 años después de su edificación al construirle naves colaterales elevadas a
la misma altura que la nave principal. Lo más bonito del interior el crucifijo
de 17 metros en el altar mayor y las tallas que decoran el coro.
Después del agotador recorrido y con una incipiente
lluvia mojando nuestro camino, decidimos ir a un restaurante a comer algo
típico. Y aquí nos dieron el tercer mazazo al atendernos y quizás el peor de
todos. Primero entramos y cuando pedimos la mesa los empleados pasaban de
nosotros, luego se acercó una señor, supuestamente la dueña, y de malos modos
nos dijo que pasáramos y nos sentáramos donde quisiéramos (bueno supongo que
eso fue lo que dijo porque lo que dijo, lo dijo en alemán, pero sus gestos nos
hizo pensar eso). Cuando estaba quitándome el abrigo, siento que me empujan
como apartándome y era la señora para tirarnos literalmente el menú sobre la
mesa. Como estaba en alemán, le pedimos uno en inglés y nos trae al rato otro
pero también estaba en alemán. Cuando logro decirle que no está en inglés, me
lo arrebata de las manos y lo vuelve a tirar a la mesa señalándome que en
inglés está en las últimas páginas. Estuvimos a punto de levantarnos e irnos y
no lo hicimos porque ya era tarde, teníamos hambre y a las 17 horas salía
nuestro tren de regreso a Hamburgo. Al final, le dijimos a la camarera que nos
atendió que hablaba más o menos el inglés que le dijera a la señora que era
una maleducada y una horrible persona
(claro de seguro no le habrá dicho nada). Una vez que comí un bistec empanado
con verduras (algo muy parecido a los Wiener Schitzel que tan rico comí cuando
estuve en Viena. Finalizamos nuestra visita con un recorrido por la parte comercial
de la ciudad y de regreso a Hamburgo.
El día previo al regreso a España teníamos planes de
ir a Bremen, pero el cansancio pudo más que las ganas. Bremen es una ciudad que
está a hora y cuarto en tren y también es Patrimonio de la Humanidad. Decidimos
mejor conocer más a fondo a Hamburgo, ir quizás a un museo o una de las tanta
galerías, pero el día se nos fue recorriendo a pie el barrio St. George (barrio
donde estaba nuestro hotel), visitar la Estación Central y verla con más
detenimiento. Normalmente la mayoría de las Estaciones Centrales de trenes son
estaciones terminales, pero esta no. Es una estación transitoria de trenes de
larga distancias, trenes de cercanías y metro. Dicen que es la segunda más
importante de Europa después de la estación París Nord. Fuimos a la otra orilla del lago artificial
Alster a ver las siluetas de la ciudad, nos dimos cuenta que Hamburgo es una
ciudad fácil de recorrer a pie porque todo lo verdaderamente importante está
cerca del Ayuntamiento. Estos días no dieron para más, fue un viaje improvisado
y relámpago aprovechando el puente de la Constitución. Como quedó pendiente la
visita a Bremen, quizás un fin de semana de estos largos viaje a Bremen y me
acerque nuevamente a Hamburgo a conocer otras cosas. Aunque me gustó el viaje,
me esperaba encontrar una ciudad más auténtica, pero por desgracia la guerra
hizo que Hamburgo sea una ciudad totalmente reconstruida.
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