Ayer inauguraron a veinte pasos de mi casa (casi literalmente), un local llamado Dulce Canela. Ya el nombre y el logo resultaban tentadores y podía imaginarme que venderían rollos de canela. Pero ¡Oh, sorpresa! Resultó ser un local regentado por venezolanos (unos hermanos de Maracay) y su especialidad, efectivamente, son los rollos de canela en distintas versiones, pero entre otras delicias que también venden están los cachitos de jamón. Ya ni me acordaba de la última vez que me comí un cachito. Fue como encontrar una mina de oro porque, a diferencia de las guayabas que descubrí que venden en el mercado de Huelin y de las que no soy muy fan, el cachito es un producto que además de gustarme, me transporta a mi juventud porque siempre lo compraba en la cantina del colegio para desayunar con un RiKo Malt (sólo faltaba que también lo vendieran para sentir que me había tocado la lotería, pero no lo venden, ya pregunté). Con este local al lado de casa, al carajo la dieta. Por cierto, venden una versión del cachito que desconocía y es el cachito de jamón con queso crema. Nunca antes lo había probado, ni siquiera lo había oído. En fin, la diáspora venezolana ya se está haciendo presente con mayor fuerza y en mayor número en Málaga y muy atrás quedan los días de mis primeros años cuando recién llegado a Málaga, a los venezolanos se nos podía contar con los dedos de una mano y sobraban dedos.
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