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viernes, 26 de noviembre de 2010
Las tres ciudades
Budapest tiene el encanto de lo antiguo, las fachadas de los edificios más céntricos expresan los años de historia de la ciudad, sus luchas, conquistas y derrotas. Me sorprendió saber que la capital de Hungría la conforman la unión de tres ciudades y no de dos como erróneamente creía: Buda, Pest y Óbuda y que apenas en 1873 se unieron para crear lo que hoy se conoce como Budapest. Pero hay otras cosas que también me sorprendieron de la historia de Hungría y es que actualmente todo el país ocupa solo la cuarta parte de lo que era originalmente porque en 1920, hace menos de un siglo, perdió todo su territorio al firmar un tratado de reconciliación: Transilvania que siempre la hemos asociado a Rumania, pues resulta que originalmente perteneció a Hungría y lo que hoy día es Serbia, Croacia y Eslovenia también fueron territorios húngaros a principios del siglo XX. Fue totalmente esquilmada de sus territorios y quizás por eso, viéndose indefensa ante los acontecimientos históricos ocurridos durante la primera parte del S. XX, se unió a la consigna Nazi para evitar ser bombardeada y perder lo poco que les quedaba. Aunque algunos edificios y barriadas no escaparon de la fuerza arrasadora de los aliados durante la II Guerra Mundial y hoy día son reconstrucciones que intentan revivir las glorias pasadas. Di una vuelta por el barrio Judío, convertido en gueto durante el nazismo y me dio la sensación de estar detenido en el tiempo. Sus edificaciones no se renovaron y su gente mantiene con orgullo su creencia religiosa. Es fácil reconocerlos al verlos por las calles porque su forma de vestir los delata. Me dio un poco de tristeza pensar en los horrores cometidos contra esa gente y al ver a las personas mayores caminar por la calle, sobrevivientes quizás del infierno, comentaba con mis amigos qué tipo de torturas habrán sufrido y cuantas historias tendrán para contarnos. Pero a pesar de ese pasado, Hungría puede jactarse de poseer la sinagoga más grande de Europa, majestuosa edificación que quizás calmó muchos sufrimientos. Intentamos acceder al interior pero, lamentablemente, el día que fuimos se estaba celebrando un acto caritativo y la entrada era por invitación, ni modo, nos quedamos con las ganas porque con las cosas que aún faltaban por ver, no nos daba tiempo de volver.
Pero empecemos por el principio. Fui a Hungría con la errada idea de que aún estaba militarizada. Al menos eso fue lo que me contó un amigo que había estado allí hace 11años. Me dijo que en el aeropuerto te recibían policías vestidos como los hemos vistos en las películas nazis, armados con inmensos fusiles...totalmente falso. No vi ni uno. Aunque el día antes de irnos a Praga, fuimos a la Plaza de los Héroes y allí estaban acordonando el lugar, quizás por algún acto público que se celebraría y los policías tenían el uniforme caqui típico de las películas, pero a diferencia de hace 60 años eran amables y no disparaban primero y preguntaban después. He de decir que también fui con la errada idea de que Budapest era una ciudad muy insegura (yo pensé bueno quizás no se han dado una vuelta por Caracas para que vean lo que eso significa), incluso el día que subimos al Barrio del Castillo, al lado del Palacio Real está el Palacio de Sandoz, que hoy en día es la residencia del presidente húngaro. A mis amigos no se les ocurrió otra cosa que colarse por debajo de unas cadenas para hacerse fotos en la caseta del vigilante de la residencia presidencial. Un señor, suponemos que húngaro, nos advirtió del peligro de lo que estábamos haciendo y nos aclaró que no estaba permitido, pero nos dijo que los policías tenían orden de disparar sin preguntar. En principio, nos aterró la idea de morir tan jóvenes, pero luego, al ver al policía acercarse a nosotros y no decir nada, pensamos que la gente tiene paranoía de los cuerpos policiales y que aún tienen muy marcado el recuerdo de su crueldad. Menuda tarea tienen hoy en día esa gente para cambiar la imagen hostil que han dejado.
El barrio del Castillo está enmarcado por el antiguo Palacio Real y dos castillos de la edad media, hoy día esas edificaciones sirven de sede para la Galería Nacional de Hungría y distintos museos, estuvimos tentados a entrar en la Galería pero visto el itinerario que teníamos en mente, desistimos de la idea. En su lugar nos dedicamos a recorrer las callejuelas medievales del barrio, a admirar la vista del Danubio y a tomar muchísimas fotos del Parlamento húngaro visto desde la orilla opuesta del río. Es lamentable que tan bella edificación no tenga la iluminación adecuada por las noches para realzar aún más, si se puede, su belleza arquitectónica. Debo decir que en general las noches eran poco iluminadas. Me acordé mucho cuando estuve en Berlín que la ciudad me pareció gris y sosa, pues Budapest fue algo similar. La mentalidad comunista-nazista al parecer no les permitía iluminar las calles y es una pena porque hay tantas edificaciones que impactan que si estuvieran iluminadas adecuadamente por las noches, dejarían a más de uno con la boca abierta. Al lado del Palacio Real está la anteriormente mencionada residencia del presidente húngaro, la cual pasamos de largo para evitar represalias por habernos colado en la caseta del vigilante y, a lo largo del recorrido, enmarcado por fachadas góticas y medievales se encuentran la Iglesia de Matyas, el Bastión de los Pescadores, la iglesia de Santa María Magdalena (ruinas), el laberinto (subterráneo usado por el ejército húngaro para esconderse de las tropas enemigas y es literalmente un laberinto) y finalmente la Puerta de Viena (antigua salida a Austria). Trataré de explicar brevemente cada cosa porque con todo lo que vi creo que un solo artículo no bastará. Este recorrido fue declarado por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad y no les falta razón porque la ciudad medieval de Buda tiene todos los elementos que la consagran como un lugar único: historia, belleza y, sobretodo, encanto. La iglesia de Matyas tiene una historia particular, durante la Edad Media los húngaros tenían prohibido su acceso porque solo se permitían la entrada a los alemanes, a raíz de eso los habitantes pobres de la ciudad construyeron la iglesia de Santa María Magdalena para tener un lugar de culto. Luego, durante la invasión turca, la iglesia de Matyas fue convertida en mezquita. Cuenta la leyenda que en 1686, la virgen se apareció entre los turcos que oraban y éstos tomaron la aparición mariana como una señal de derrota. La mayoría de estas edificaciones fueron destruidas durante la II Guerra Mundial y no fue sino hasta mediados de los 60 en el siglo XX cuando fueron restauradas. Desde el Bastión de los Pescadores, un mirador-monumento en estilo neorrománico construido en homenaje a los pescadores del lugar, se observan unas vistas espectaculares de la ciudad de Pest.
Al día siguiente hicimos un recorrido por el Parlamento húngaro. Su interior está repleto de pasillos lujosos, estatuas representativas, cuadros de grandes artistas locales y guardada en una urna de cristal, las joyas de la corona del rey Esteban, primer rey húngaro y el único que se representa con la corona puesta. La entrada principal solo se abre cuando se realizan reuniones donde se invitan a los grandes dignatarios y a los reyes de otros países. Actualmente el Parlamento húngaro lo conforma la cámara alta que se reúne en el lado de la edificación que no está abierta al público. La cámara baja fue eliminada recientemente y se convirtió en el Tribunal Supremo de Justicia. Esta edificación tiene dos alas exactamente iguales en tamaño y decoración (la única diferencia, según contó la guía, es el color de las alfombras en un lado es roja y en el lado donde estábamos era azul), lo que vimos en nuestro recorrido es lo que hay en la otra ala, la única diferencia es la exhibición de las joyas de la corona (además del color de la alfombra). La zona que rodea al Parlamento rezuma historia y poder con sus grandes plazas, anchas avenidas y arquitectura secesionista, legado del imperio austrohúngaro. Cerca pueden encontrarse dos de las construcciones más importantes de la ciudad (a parte del Parlamento): la iglesia de San Esteban y el Teatro de La Ópera. La cúpula de la basílica de San Esteban puede observarse desde cualquier punto de la ciudad y posee la misma altura del Parlamento, cuando éste se construyó el arquitecto no quiso hacer una edificación más alta que la iglesia del santo para no quitarle esplendor. La iglesia conserva la mano derecha momificada de Esteban, la historia cuenta que cuando canonizaron al Rey Esteban, alla por el año 1086 (50 años después de su muerte), exhumaron su cadáver y hallaron la mano derecha en perfectas condiciones, desde entonces ha sido motivo de culto por la parte más creyente del pueblo húngaro, atribuyéndole innumerables milagros. Tanto que dentro de la misma basílica hay una capilla dedicada a esa mano y en donde se la exhibe dentro de una urna de cristal (aunque debo decir que no pude distinguirla con tantas luces enfocándola). Ese día también pasamos por la sinagoga más grande de Europa, como comenté anteriormente y caminamos por la Andrassy Utca y la Váci Utca, las dos calle comerciales por excelencia de la ciudad. Utca es calle en húngaro.
El penúltimo día fuimos a la isla Margarita, un bastión vegetal en medio del Danubio (usado como coto de caza en la época medieval). Esta isla lleva el nombre de la hija del rey Béla IV, del siglo XIII, que pasó la mayor parte de su vida enclaustrada en el antiguo convento. Cuentan que el rey le prometió a Dios que su hija viviría el resto de su vida allí, si los libraba de los turcos. El milagro se dio y el rey cumplió su promesa (menuda ganga prometer desgraciar la vida de otros a cambio de un beneficio personal porque, a fin de cuentas, la promesa lo llevó a seguir reinando en Hungría muchos años más). El paseo por toda la isla dura más de dos horas, hicimos la caminata y la verdad que fue encantador pasear a la orilla del Danubio y ver a lo largo del paseo las dos fachadas de las antiguas iglesias católicas que aún se mantienen en pie, los amplios jardines y sobretodo, la tranquilidad que se respira.
De allí nos fuimos a la zona de Vársoliget y vimos lo que para mi fue, después del Parlamento, la edificación más bonita de la ciudad: el Castillo Vajdahunyad, una combinación de estilos románicos, góticos, renacentista y barroco. Fue construido para la celebración del centenario de la unión de las ciudades y representa la evolución arquitectónica de Hungría. También vimos el Museo de Bellas Artes, que por cierto ofrecía la retrospectiva de la pintura de Botero y la plaza de los Héroes. Lo único que no pudimos visitar fueron los balnearios, muy famosos a nivel mundial, pero siempre lo tendremos como excusa para volver.
Mención aparte son las vistas desde el Puente de las Cadenas, uno de los 4 puentes (y el más importante) que unen a las dos ciudades. El Danubio en su majestuosidad y las edificaciones a ambos lados del río hacen de estas vistas algo inolvidable. Resumiendo, Budapest me gustó, es una ciudad fácil de caminar y aún cuando el húngaro no hay quien lo entienda, con un plano de la ciudad te mueves como pez en el agua y medio machacando el inglés te comunicas perfectamente con las personas, las cuales resultaron muy abiertas y amables. Aquí publico una pequeña muestra fotográfica, en mi perfil de facebook he publicado un album más completo.
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